EL MAESTRO JESUS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado

 

 

CAPITULO XV

Segundo testimonio oficial mesiánico del Bautista ante un grupo de sus discípulos, Jn 1:29-34.

29 Al día siguiente vio venir a Jesús y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 Este es aquel de quien yo dije: Detrás de mí viene uno que es antes de mí, porque era primero que yo. 31 Yo no le conocía; mas para que El fuese manifestado a Israel he venido yo, y bautizo en agua. 32 Y Juan dio testimonio, diciendo: Yo he visto el Espíritu descender del cielo como paloma y posarse sobre El. 33 Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre El, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo. 34 Y yo vi, y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

COMENTARIO

Juan se esta refiriendo a las primeras actividades de Cristo que por estos días vivía en las proximidades del Jordán (v.39). Su relato comienza “Al día siguiente,” es al parecer querer situar las primeras actividades de Cristo en siete días, desde el primer testimonio de Juan (v. 19-28), hasta el primer milagro en las bodas de Cana (2:1-11), contraponiendo así el comienzo de esta obra recreadora de Cristo con la obra septenaria del comienzo del Génesis, lo que sería un caso particular del “simbolismo” de su relato del  evangelio.

¿A qué auditorio se va a dirigir? No se precisa. No es la delegación venida de Jerusalén la que desapareció de escena (v.27). Los discípulos del Bautista, ante los que también va a dar testimonio, entran explícitamente en escena más tarde (v. 35). Acaso sean parte de las afluencias de gentes que venían a él para ser bautizadas (Mt 3:5.6; Lc 3:7. 21). En todo caso, el tono íntimo, efusivo, gozoso que usa, en fuerte contraste con las secas respuestas a los representantes del Sanedrín (v.20.21), hace pensar que sitúa la escena en un auditorio de amigos y probablemente no muy grande en número de oyentes.

En ésta comentario quiero contemplar dos frases.

1º. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”

Viendo el Bautista que Cristo se acerca en dirección a él, aunque podría referirse al momento en que Cristo se acerca para recibir el bautismo, y acaso después del mismo bautismo, hace ante este auditorio otro anuncio oficial de quién es Cristo, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, el que quita  el pecado del mundo.”

¿Qué significa aquí, o por qué se llama aquí a Cristo “el Cordero de Dios”?

¿Y en qué sentido quita “el pecado del mundo”? ¿Por su inocencia, por su sacrificio, o en qué forma?

En primer lugar conviene precisar que el verbo usado aquí por “quitar” significa estrictamente quitar, hacer desaparecer, en su paralelo conceptual de la primera epístola de San Juan dice: “Sabéis que (Cristo) apareció para quitar los pecados” (1 Jn 3:5).

 

Cristo aquí es, pues, presentado como el “Cordero de Dios” que quita el pecado del mundo.

Se ha de suponer que el Bautista querría referir así a Cristo al cordero pascual — pero éste no tiene relación con el pecado —; o con el (Ex 12:6.) doble sacrificio cotidiano en el templo (Ex 29:38). También llevaría a esto el uso que en el Apocalipsis se hace de Cristo como el Cordero, y “sacrificado” (Ap 5:6-14; 13:8; 14:1-5; 15:3-4, etc.)

También se ha de suponer que se refería al “Siervo de Yahvé” de Isaías, que va a la muerte “como cordero llevado al matadero,” que “llevó sobre él” los pecados de los hombres (Is 53:6-8).

Pero me inclino además que el desea mostrar la inocencia de Cristo. El cordero,  es como símbolo de inocencia, es usado en este ambiente (1 Pe 1:18.19; Sal. de Salomón VIII 28). Además, se pone esto en función de la primera epístola de San Juan, donde se dice: “Sabéis que (Cristo) apareció para quitar los pecados y que en El no hay pecado” (1 Jn 3:5).

Por otra parte, todo esto lleva a ver una alusión al pasaje de Isaías sobre el “Siervo de Yahvé. Dice así el texto de Isaías:

“He aquí mi siervo, a quien sostengo yo; mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto sobre El mi Espíritu, y El dará la Ley a las naciones” (Is 42:1).

Estos elementos se encuentran en el pasaje del Bautista.

En el v.33 se le da al Bautista por señal de que Cristo es el Mesías el que “desciende el Espíritu y el posarse sobre él.”

En el v.34 da “testimonio de que éste es el Hijo de Dios.” Pero también se puede leer ésta así: “Este es el Elegido de Dios.” Así interpretado, son dos los elementos de este pasaje de Isaías, que tiene demasiadas coincidencias.

Estos elementos, más que con todo lo anteriormente expuesto sobre el sentido directamente no expiatorio, sino santificado de cómo el Mesías ha de “quitar” el pecado del mundo, llevan a valorar las palabras “Cordero de Dios” en otro sentido más matizado. La frase usada, “el Cordero de Dios,” es una denominación de algo que supone ser muy conocido, pues lo determina perfectamente el artículo; no es “un Cordero de Dios,” sino el conocido: “el Cordero de Dios.” Supuesto un original aramaico del evangelio de San Juan, lo mismo significa “cordero” que “siervo,” entonces estaríamos en el tercer elemento que aquí hacía referencia al pasaje del “Siervo de Yahvé” de Isaías.

Cristo recibe el bautismo, al recibir éste, “se posa sobre El” el Espíritu Santo. Al ver esta señal, el Bautista comprende que Cristo es el que “bautizará en el Espíritu Santo.” Por lo cual proclama que es “el Elegido de Dios.” Y es “el Siervo de Dios,” que “quita el pecado del mundo,” al santificar a los hombres con su bautismo en el Espíritu Santo.

2º.- Este es aquel de quien yo dije: Detrás de mí viene uno que es antes de mí, porque era primero que yo.

Cristo viene temporalmente, en su ministerio público, después del Bautista, sin embargo, lo “sobrepasó,” no sólo por su ministerio, sino también porque era “primero” que él por su preexistencia, por su dignidad, pues el Bautista se confesó indigno de prestarle servicios de esclavo (v.27). También se ha querido ver en esto un eco de la polémica de los discípulos del Bautista (Jn 3:22ss), queriendo exaltar al Bautista sobre Cristo. Cristo es presentado como el Mesías espiritual de los profetas.

El evangelista destaca aquí que Cristo Mesías reunía y cumplía de hecho las mismas condiciones ambientales en que estaban imbuidos los contemporáneos sobre el Mesías. Pues: el Bautista, dotado de un prestigio excepcional, dio testimonio de Cristo, diciendo que él era su “precursor.” Y él, al ver cumplirse la señal del cielo, lo proclamó “el Elegido de Dios,” que es el Mesías, con la evocación de Isaías del “Siervo de Yahvé,” sobre el que estaba el Espíritu, “posando” sobre El, y acusando así la plenitud de sus dones en el Mesías. Y el Bautista, con su bautismo, vino a “ungir” mesiánicamente a Cristo, al tiempo que lo presentó oficialmente a Israel. Y a este fin redacta así esta sección el evangelista. “Yo no le conocía; mas para que El fuese manifestado a Israel he venido yo, y bautizo en agua” (v.31). Y que Juan era el Elías, ambientalmente esperado, tenía a su favor en la catequesis primitiva las mismas palabras de Cristo, quien, hablando del Bautista, dijo: “Y si queréis oírlo, él es Elías, que ha de venir” (Mt 11:14; Mc 12:13; Lc 7:27) 92.

Y en Cristo Mesías también se cumplían las concepciones circunstanciales de la época. Hasta su vida de ministerio público, Cristo había vivido en Nazaret y Cafarnaúm, en una vida socialmente oculta y desconocida para todos. Tanto, que el evangelista recoge las palabras del Bautista, que dice aquí: “Yo no le conocía” (v.51a) 93. Y en el pasaje anterior dice: “En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis” (v.26). Ya vivía entre ellos, pero aún les era desconocido como Mesías.

Es así como, conforme a estos dos temas, estructura el evangelista esta segunda sección del testimonio oficial del Bautista.

Pero aún falta algo más, el cordero, era la victima en los sacrificios oficiales o particulares, el cordero pascual era un verdadero sacrifico, así es como Juan considera al cordero como un símbolo de redención, como un sacrifico por los pecados. Antes de la comunión, repetimos “Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, pues Cristo se ofreció por todos nuestros pecados, El es la victima de nuestro sacrificio. Comprender esto, nos debe hacer pensar como debemos presentar nuestra oración antes de recibir su cuerpo y su sangre.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Octubre de 2005

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