EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
CAPITULO
XXIX Jesús calma una tempestad en el mar, Mt 8:23-27 (Mc 4:35-40; Lc 8:22-25). 23
Cuando hubo subido a la nave, le siguieron sus discípulos. 24 Se produjo en
el mar una agitación grande, tal que las olas cubrían la nave; pero él, entre
tanto, dormía, 25 y, acercándose, le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos,
que perecemos. 26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces
se levantó, in-crepó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27
Los hombres se maravillaban y decían: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y
el mar le obedecen? COMENTARIO Señor, ¡sálvanos, que perecemos! Cuando hubo subido
a la nave, le siguieron sus discípulos, es decir, en la barca solo va Jesús
con sus discípulos, talvez para que fueran testigos del milagro que habría de
suceder, pero además previniendo una demostración de poca fe, Jesús considero
era prudente que otros no se enteraran, entonces viaja solo con ellos. San
Marcos nos dice que también habían otras barcas
alrededor. Jesús es Maestro de
excelencia y quiere que sus más íntimos discípulos se perfeccionen en todos,
El sabe que irán más tarde por el mundo predicando la nueva doctrina enseñada
directamente por El. Para que no se enorgullecieran sus discípulos porque los
llevaba solo a ellos, permitió el peligro en que se vieron, con objeto, pues,
de que los impresionase más el milagro que iba a obrar. Jesús, en una muestra
muy humana, necesaria del descanso después de largas jornadas de predicación
estaba dormido. Pareciera que en esta nueva lección que el iba a entregar a
sus amigos, estaba dándole tiempo al temor de sus dirigidos, entregándose al
sueño. Aunque los
apóstoles ya habían presenciado algunos milagros de Jesús, no pensaron en su
poder ante un espectáculo tan imponente, esto les produce una fuerte admiración
de preguntarse quién será el que tiene tantos poderes, así es como ellos
dicen; ¿Quién es éste, a quien hasta los vientos y el mar obedecen?. Ya se había pensado que El fuese el Mesías y ahora,
Jesús les va preparando gradualmente el proceso de su revelación divina. Si Jesús hubiese
estado despierto, no habrían temido ni rogado por la tempestad que se
levantó, pero también pudo haber sucedido, que no hubiesen creído que pudiera
hacer tal milagro. En efecto, según el
evangelio, parece que Jesús los dejó caer en el peligro de la prueba, para
que experimentasen en sí mismos su virtud, cuyos beneficios habían visto en
los otros. Jesús dormía y como dice san Marcos, sobre la popa de la barca
reclinada la cabeza en una tabla. Los discípulos que
estaban con El, todavía no conocían del Señor su gloria, y aunque ellos
creían que despierto podía mandar a los vientos, no creían pudiera hacerlo
estando dormido o descansando, así es como sintieron temor y lo despertaron,
diciéndole: Señor, ¡sálvanos, que perecemos! Despertándose
Jesús, primero le increpa a ellos, ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca
fe?, Lo que Jesús hace es reprender a sus discípulos por su falta de fe. Si
hubieran tenido fe, hubiesen creído que aun durmiendo podía conservarlos
sanos y salvos. Jesús se mostró a ellos como Dios, y como hombre, por cuanto
se rindió al sueño. Jesús luego le
increpa al viento y al mar, y les da una orden terminante y sobrevino una
gran calma. Del movimiento del
mar se levantan ciertos sonidos o ruidos que parecen ser como un anuncio de
los peligros que amenazan. Las palabras de Jesús, sosiegan las turbulencias y
calman los corazones agitados. A la sola voz del Señor, el efecto vino de
inmediato, el viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Dice el evangelio:
De pronto se levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían
la barca. Así nos sucede algunas veces a nosotros, se nos desata un vendaval
de problemas en nuestra vida y la turbación entra en nosotros con amenaza de
hundirnos, olas que ahogan nuestro ánimo y nuestro deseo de superarnos. Los
temores nos invaden el alma y nos hacen perder el trato íntimo con Dios.
Muchas veces son cosas simples de resolver, pero nos imposibilitan a
entregarnos con tranquilidad a la oración. En otras ocasiones, recibimos
alguna noticia poco agradable y perdemos la calma. Entonces vemos que en el
fondo de nuestro corazón, pareciera que esta dormido Jesús, y le preguntamos
con desesperación, Señor sálvanos. El Señor nunca nos
deja, pero nosotros preocupados de las cosas temporales y solo de valor
material, nos atrevemos a dejarlo a El, entonces, El permite una tempestad en
nosotros y vivimos momentos de contradicción, temor, la angustia nos zozobra
y nuestro corazón naufraga en las dificultades. Es así, como para superar
todo momento difícil, no dejemos de acudir a El, aunque pareciera que no nos
esta oyendo, si lo esta. Porque Jesús, no duerme ni nos abandona, pero si
prueba nuestra fe, nuestra constancia y fidelidad. En cierta oportunidad, Santa Catalina de Siena, se quejo que de que el Señor la había abandonado en la hora de una prueba y el Señor le respondió, “Nunca estuve mas cerca de ti que en ese momento” Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |