En que trata las grandes mercedes
que la hizo el Señor y cómo le apareció la primera vez.
1 Tornando a nuestro propósito (1), pasé algunos
días, pocos, con esta visión muy continua, y hacíame tanto provecho, que no
salía de oración, y aun cuanto hacía, procuraba fuese de suerte que no descontentase
al que claramente veía estaba por testigo. Y aunque a veces temía, con lo mucho
que me decían, durábame poco el temor, porque el Señor me aseguraba.
Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme
solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer.
Hízome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en los principios
de cualquiera merced sobrenatural que el Señor me haga. Desde a pocos días, vi
también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía
yo entender por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había
de hacer merced de que yo le viese del todo, hasta después que he entendido que
me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural. ¡Sea bendito por
siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y ruin sujeto no la pudiera
sufrir. Y como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo.
2. Parecerá a vuestra merced (2) que no era menester
mucho esfuerzo para ver unas manos y rostro tan hermoso. Sonlo tanto los
cuerpos glorificados, que la gloria que traen consigo ver cosa tan sobrenatural
(3) hermosa desatina; y así me hacía tanto temor, que toda me turbaba y
alborotaba, aunque después quedaba con certidumbre y seguridad y con tales
efectos, que presto se perdía el temor.
3. Un día de San Pablo (4), estando en misa, se me
representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitado, con tanta
hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced (5) cuando
mucho me lo mandó, y hacíaseme harto de mal, porque no se puede decir que no
sea deshacerse; mas lo mejor que supe, ya lo dije, y así no hay para qué
tornarlo a decir aquí. Sólo digo que, cuando otra cosa no hubiese para deleitar
la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es
grandísima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro,
aun acá que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir nuestra
miseria; ¿qué será adonde del todo se goza tal bien?
4. Esta visión, aunque es imaginaria, nunca la vi con
los ojos corporales, ni ninguna, sino con los ojos del alma.
Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más
perfecta la pasada que ésta, y ésta más mucho que las que se ven con los ojos
corporales. Esta dicen que es la más baja (6) y adonde más ilusiones puede
hacer el demonio, aunque entonces no podía yo entender tal, sino que deseaba,
ya que se me hacía esta merced, que fuese viéndola con los ojos corporales,
para que no me dijese el confesor se me antojaba. Y también después de pasada
me acaecía esto era luego luego pensar yo también esto: que se me había
antojado. Y fatigábame de haberlo dicho al confesor, pensando si le había
engañado. Este era otro llanto, e iba a él y decíaselo. Preguntábame que si me
parecía a mí así o si había querido engañar. Yo le decía la verdad, porque, a
mi parecer, no mentía, ni tal había pretendido, ni por cosa del mundo dijera
una cosa por otra. Esto bien lo sabía él, y así procuraba sosegarme, y yo
sentía tanto en irle con estas cosas, que no sé cómo el demonio me ponía lo
había de fingir para atormentarme a mí misma.
Mas el Señor se dio tanta prisa a hacerme esta merced
y declarar esta verdad, que bien presto se me quitó la duda de si era antojo, y
después veo muy claro mi bobería; porque, si estuviera muchos años imaginando
cómo figurar cosa tan hermosa, no pudiera ni supiera, porque excede a todo lo
que acá se puede imaginar, aun sola la blancura y resplandor.
5. No es resplandor que deslumbre, sino una blancura
suave y el resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la
cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan divina. Es una luz
tan diferente de las de acá, que parece una cosa tan deslustrada la claridad
del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se representa a
la vista, que no se querrían abrir los ojos después. Es como ver un agua clara,
que corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia (7) y con
gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque se representa sol, ni la
luz es como la del sol; parece, en fin, luz natural y estotra cosa artificial.
Es luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada. En
fin, es de suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en todos
los días de su vida podría imaginar cómo es. Y pónela Dios delante tan presto
(8), que aun no hubiera lugar para abrir los ojos, si fuera menester abrirlos;
mas no hace más estar abiertos que cerrados, cuando el Señor quiere; que,
aunque no queramos, se ve. No hay divertimiento (9) que baste, ni hay poder
resistir, ni basta diligencia ni cuidado para ello. Esto tengo yo bien
experimentado, como diré (10).
6. Lo que yo ahora querría decir es el modo cómo el
Señor se muestra por estas visiones. No digo que declararé de qué manera puede
ser poner esta luz tan fuerte en el sentido interior, y en el entendimiento
imagen tan clara, que parece verdaderamente está allí, porque esto es de
letrados (11). No ha querido el Señor darme a entender el cómo, y soy tan
ignorante y de tan rudo entendimiento, que, aunque mucho me lo han querido
declarar, no he aun acabado de entender el cómo. Y esto es cierto, que aunque a
vuestra merced (12) le parezca que tengo vivo entendimiento, que no le tengo;
porque en muchas cosas lo he experimentado, que no comprende más de lo que le
dan de comer, como dicen. Algunas veces se espantaba el que me confesaba de mis
ignorancias; y jamás me di a entender, ni aun lo deseaba, cómo hizo Dios esto o
pudo ser esto, ni lo preguntaba, aunque como he dicho (13) de muchos años acá
trataba con buenos letrados. Si era una cosa pecado o no, esto sí; en lo demás
no era menester más para mí de pensar hízolo Dios todo, y veía que no había de
qué me espantar, sino por qué le alabar; y antes me hacen devoción las cosas dificultosas,
y mientras más, más (14).
7. Diré, pues, lo que he visto por experiencia. El
cómo el Señor lo hace, vuestra merced lo dirá mejor, y declarará todo lo que
fuere oscuro y yo no supiere decir (15).
Bien me parecía en algunas cosas que era imagen lo
que veía, mas por otras muchas no, sino que era el mismo Cristo, conforme a la
claridad con que era servido mostrárseme. Unas veces era tan en confuso, que me
parecía imagen, no como los dibujos de acá, por muy perfectos que sean, que
hartos he visto buenos; (16) es disparate pensar que tiene semejanza lo uno con
lo otro en ninguna manera, no más ni menos que la tiene una persona viva a su
retrato, que por bien que esté sacado no puede ser tan al natural, que, en fin,
se ve es cosa muerta. Mas dejemos esto, que aquí viene bien y muy al pie de la
letra.
8. No digo que es comparación, que nunca son tan
cabales, sino verdad, que hay la diferencia que de lo vivo a lo pintado, no más
ni menos. Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo
vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como estaba en el sepulcro, sino
como salió de él después de resucitado; y viene a veces con tan grande
majestad, que no hay quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial
en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe.
Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se
ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a entender la majestad
con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de los cielos y de otros
mil mundos y sin cuento mundos y cielos (17) que Vos crearais, entiende el
alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada para ser Vos
señor de ello.
9. Aquí se ve claro, Jesús mío, el poco poder de
todos los demonios en comparación del vuestro, y cómo quien os tuviere contento
puede repisar el infierno todo. Aquí ve la razón que tuvieron los demonios de
temer cuando bajasteis al limbo (18), y tuvieran de desear otros mil infiernos
más bajos para huir de tan gran majestad, y veo que queréis dar a entender al
alma cuán grande es, y el poder que tiene esta sacratísima Humanidad junto con
la Divinidad. Aquí se representa bien qué será el día del juicio ver esta majestad
de este Rey, y verle con rigor para los malos (19). Aquí es la verdadera
humildad que deja en el alma (20), de ver su miseria, que no la puede ignorar.
Aquí la confusión y verdadero arrepentimiento de los pecados, que aun con verle
que muestra amor, no sabe adonde se meter, y así se deshace toda.
Digo que tiene tan grandísima fuerza esta visión,
cuando el Señor quiere mostrar al alma mucha parte de su grandeza y majestad,
que tengo por imposible, si muy sobrenatural (21) no la quisiese el Señor ayudar
con quedar puesta en arrobamiento y éxtasis (que pierde el ver la visión de
aquella divina presencia con gozar), sería, como digo, imposible sufrirla
ningún sujeto.
¿Es verdad que se olvida después? Tan imprimida queda
aquella majestad y hermosura, que no hay poderlo olvidar, si no es cuando
quiere el Señor que padezca el alma una sequedad y soledad grande que diré
adelante (22), que aun entonces de Dios parece se olvida. Queda el alma otra,
siempre embebida. Parécele comienza de nuevo amor vivo de Dios en muy alto
grado, a mi parecer; que, aunque la visión pasada que dije (23) que representa
Dios sin imagen es más subida, que para durar la memoria conforme a nuestra
flaqueza, para traer bien ocupado el pensamiento, es gran cosa el quedar
representado y puesta en la imaginación tan divina presencia. Y casi vienen
juntas estas dos maneras de visión siempre; y aun es así que lo vienen, porque
con los ojos del alma vese la excelencia y hermosura y gloria de la santísima
Humanidad, y por estotra manera que queda dicha se nos da a entender cómo es
Dios y poderoso y que todo lo puede y todo lo manda y todo lo gobierna y todo
lo hinche su amor.
10. Es muy mucho de estimar esta visión, y sin
peligro, a mi parecer, porque en los efectos se conoce no tiene fuerza aquí el
demonio. Paréceme que tres o cuatro veces me ha querido representar de esta
suerte al mismo Señor en representación falsa: toma la forma de carne, mas no
puede contrahacerla (24) con la gloria que cuando es de Dios. Hace
representaciones para deshacer la verdadera visión que ha visto el alma; mas
así la resiste de sí y se alborota y se desabre e inquieta, que pierde la
devoción y gusto que antes tenía, y queda sin ninguna oración.
A los principios fue esto como he dicho (25) tres o
cuatro veces. Es cosa tan diferentísima, que, aun quien hubiere tenido sola
oración de quietud, creo lo entenderá por los efectos que quedan dichos (26) en
las hablas. Es cosa muy conocida y, si no se quiere dejar engañar un alma, no
me parece la engañará, si anda con humildad y simplicidad. A quien hubiere
tenido verdadera visión de Dios, desde luego casi se siente; porque, aunque
comienza con regalo y gusto, el alma lo lanza de sí; y aun, a mi parecer, debe
ser diferente el gusto; y no muestra apariencia de amor puro y casto. Muy en
breve da a entender quién es. Así que, adonde hay experiencia, a mi parecer, no
podrá el demonio hacer daño.
11. Pues ser imaginación esto, es imposible de toda
imposibilidad. Ningún camino lleva, porque sola la hermosura y blancura de una
mano es sobre toda nuestra imaginación: pues sin acordarnos de ello ni haberlo
jamás pensado, ver en un punto presentes cosas que en gran tiempo no pudieran
concertarse con la imaginación, porque va muy más alto como ya he dicho (27) de
lo que acá podemos comprender...; así que esto es imposible. Y si pudiésemos
algo en esto, aun se ve claro por estotro que ahora diré: porque si fuese
representado con el entendimiento, dejado que no haría las grandes operaciones
que esto hace, ni ninguna (28) (porque sería como uno que quisiese hacer que
dormía y estáse despierto porque no le ha venido el sueño: él, como si tiene
necesidad o flaqueza en la cabeza, lo desea, adormécese él en sí y hace sus
diligencias y a las veces parece hace algo, mas si no es sueño de veras, no le
sustentará ni dará fuerza a la cabeza, antes a las veces queda más
desvanecida), así sería en parte acá (29), quedar el alma desvanecida, mas no
sustentada y fuerte, antes cansada y disgustada. Acá no se puede encarecer la
riqueza que queda: aun al cuerpo da salud y queda confortado.
12. Esta razón, con otras, daba yo cuando me decían
que era demonio y que se me antojaba que fue muchas veces y ponía comparaciones
como yo podía y el Señor me daba a entender. Mas todo aprovechaba poco. Porque
como había personas muy santas en este lugar (30) (y yo en su comparación una
perdición) y no los llevaba Dios por este camino, luego era el temor en ellos;
que mis pecados parece lo hacían, que de uno en otro se rodeaba de manera (31),
que lo venían a saber, sin decirlo yo sino a mi confesor o a quien él me
mandaba.
13. Yo les dije una vez que si los que me decían esto
me dijeran que a una persona (32) que hubiese acabado de hablar y la conociese
mucho, que no era ella, sino que se me antojaba, que ellos lo sabían, que sin
duda yo lo creyera más que lo que había visto. Mas si esta persona me dejara
algunas joyas y se me quedaban en las manos por prendas de mucho amor, y que
antes no tenía ninguna y me veía rica siendo pobre, que no podría creerlo,
aunque yo quisiese. Y que estas joyas se las podría mostrar, porque todos los
que me conocían veían claro estar otra mi alma, y así lo decía mi confesor.
Porque era muy grande la diferencia en todas las cosas, y no disimulada, sino
muy con claridad lo podían todos ver. Porque, como antes era tan ruin, decía yo
que no podía creer que si el demonio hacía esto para engañarme y llevarme al
infierno, tomase medio tan contrario como era quitarme los vicios y poner
virtudes y fortaleza. Porque veía claro con estas cosas quedar en una vez otra
(33).
15. Fue providencia de Dios querer él durar en oírme,
sino que era tan gran siervo de Dios, que a todo se pusiera por El. Y así me
decía que no ofendiese yo a Dios ni saliese de lo que él me decía; que no
hubiese miedo me faltase. Siempre me animaba y sosegaba. Mandábame siempre que
no le callase ninguna cosa. Yo así lo hacía. El me decía que haciendo yo esto,
que aunque fuese demonio, no me haría daño, antes sacaría el Señor bien del mal
que él quería hacer a mi alma. Procuraba perfeccionarla en todo lo que él
podía. Yo, como traía tanto miedo, obedecíale en todo, aunque imperfectamente,
que harto pasó conmigo tres años y más (36), que me confesó, con estos
trabajos; porque en grandes persecuciones que tuve, y cosas hartas que permitía
el Señor me juzgasen mal, y muchas estando sin culpa, con todo venían a él y
era culpado por mí, estando él sin ninguna culpa.
16. Fuera imposible, si no tuviera tanta santidad y
el Señor que le animaba poder sufrir tanto, porque había de responder a los que
les parecía iba perdida, y no le creían; y por otra parte, habíame de sosegar a
mí y de curar el miedo que yo traía, poniéndomele mayor. Me había por otra
parte de asegurar, porque a cada visión, siendo cosa nueva, permitía Dios me
quedasen después grandes temores. Todo me procedía de ser tan pecadora yo y
haberlo sido. El me consolaba con mucha piedad y, si él se creyera a sí mismo,
no padeciera yo tanto; que Dios le daba a entender la verdad en todo, porque el
mismo Sacramento (37) le daba luz, a lo que yo creo.
17. Los siervos de Dios, que no se aseguraban,
tratábanme mucho (38). Yo, como hablaba con descuido algunas cosas que ellos
tomaban por diferente intención (yo quería mucho al uno de ellos, porque le
debía infinito mi alma y era muy santo; yo sentía infinito de que veía no me
entendía, y él deseaba en gran manera mi aprovechamiento y que el Señor me
diese luz), y así lo que yo decía como digo sin mirar en ello, parecíales poca
humildad. En viéndome alguna falta que verían muchas, luego era todo condenado.
Preguntábanme algunas cosas; yo respondía con llaneza y descuido. Luego les
parecía los quería enseñar, y que me tenía por sabia. Todo iba a mi confesor,
porque, cierto, ellos deseaban mi provecho. El a reñirme.
18. Duró esto harto tiempo, afligida por muchas
partes, y con las mercedes que me hacía el Señor todo lo pasaba.
Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es
no haber quien tenga experiencia en este camino espiritual, que a no me
favorecer tanto el Señor, no sé qué fuera de mí. Bastantes cosas había para
quitarme el juicio, y algunas veces me veía en términos que no sabía qué hacer,
sino alzar los ojos al Señor. Porque contradicción de buenos (39) a una
mujercilla ruin y flaca como yo y temerosa, no parece nada así dicho, y con
haber yo pasado en la vida grandísimos trabajos, es éste de los mayores.
Plega al Señor que yo haya servido a Su Majestad algo
en esto; que de que le servían los que me condenaban y argüían, bien cierta
estoy, y que era todo para gran bien mío.
NOTAS CAPÍTULO 28
Avanza en el relato de sus
experiencias místicas. Primera aparición del Señor: "cómo le apareció por
primera vez". Trata de explicarlo en clave doctrinal. Usa el término
"aparecer" en acepción mística. En adelante lo utilizará con
frecuencia (31, 2; 33, 12-13; 34, 19; 36, 20...). Anteriormente le ha servido
para referir la "aparición" de fray Pedro de Alcántara, aún en vida
(37, 29).
1 Torna al tema de la visión
referida en el c. 27, 2-5: "visión muy continua".
2 García de Toledo.
3 Sobrenaturalmente hermosa. Uso del
término técnico "sobrenatural" como adverbio. De nuevo en el n. 9.
Cf. 17, 7 nota 25.
4 Probablemente el 25 de enero de
1561, fiesta de la conversión de San Pablo.
5 Vuestra merced: García de Toledo.
Alude la Santa a una "Relación" hecha anteriormente para dicho Padre.
No ha llegado hasta nosotros. El "mucho me lo mandó" indica una vez
más el vivo interés de este teólogo por los escritos de la Santa (cf. epílogo,
n. 2).
6 Trata de evaluar tres
"maneras de visión". Es más perfecta la pasada (visión espiritual: c.
27, 2); más perfecta que ésta (visión imaginaria de que viene hablando); y ésta
mucho más que las corporales (de las que acaba de decir que nunca las vio).
Esta (la corporal) dicen que es la más baja (de menor calidad). - Nótese que en
toda esta evaluación la Santa se remite a "lo que dicen los
entendidos".
7 Es decir: en comparación de una
muy turbia...
8 Tan de presto, tan súbitamente.
9 Divertimiento: distracción.
10 Lo dirá en el c. 29, 7.
11 Es decir, la explicación
teológica (o psicológica) la deja para los hombres de ciencia.
12 García de Toledo.
13 Lo ha dicho en los cc. 10, 9 y
13, 18.
14 Y mientras más, más: cuanto más
dificultosas son, más devoción me producen.
15 Nótese en todo el pasaje la neta
contraposición de los dos tipos de saber: ella "dirá lo que ha visto por
experiencia"; a los técnicos de la teología les tocará explicarlo.
16 Hartos (dibujos) he visto buenos:
quedan numerosos testimonios del gusto de la Santa por la buena pintura. Y de
su afición a las imágenes, especialmente de Cristo (Camino 34, 11). Ella misma
bordaba primorosamente.
17 Mil mundos y sin cuento mundos:
mundos sin fin. - En la frase final: no es nada: el "no" es
redundante.
18 Reminiscencia de los textos
litúrgicos que presentan el descenso del Resucitado "a los infiernos"
(al limbo).
19 Alusión a los textos evangélicos:
Mt 24, 30; 25, 31...
20 Humildad que deja la visión.
21 Muy sobrenaturalmente (cf. nota
3).
22 Lo dirá en el c. 30, nn. 12, 15,
18...
23 Alude a la visión
"intelectual" referida en el c. 27, 2. Dice que aunque ésta es
"más subida" (cf. n. 4), sin embargo las "visiones
imaginarias", por quedar más impresas en la memoria, pueden ser más útiles.
24 Contrahacerla: imitarla o
simularla.
25 Lo ha dicho en este mismo número.
26 En el c. 27, n. 7 y siguientes.
27 Lo ha dicho en el n. 4 de este capítulo.
28 Dejará la frase inconclusa, por
introducir la comparación y el largo paréntesis. El sentido es: "si fuese
fantaseado por el propio entendimiento, aparte que no haría los grandes efectos
que hace la visión verdadera, la visión falsa dejaría al alma
desvanecida..."
29 Acá: en la visión falsa. Pero
sigue inmediatamente otro "acá", que designa la visión verdadera. -
Al final del número: conhortado, escribe la Santa (cf. 30, 9; 31, 4).
30 En este lugar: Avila.
31 Es decir, que los secretos de la
Santa pasaban o se corrían de manera que se hacían públicos...
32 Más claro: "si... me dijeran
de una persona a quien etc...".
33 Es decir: "quedar de una vez
cambiada o trasformada".
34 "El P. Baltasar
Alvarez", anotó el P. Gracián en su ejemplar. - El P. Baltasar -"de
los mayores amigos que tengo", escribía la Santa ya al fin de su vida
(carta a Isabel de Osorio, 8 de abril de 1580)-, fue jesuita, nacido en Cervera
(La Rioja) en 1553. Rector de los Colegios de Medina, Salamanca y Villagarcía
de Campos, Provincial varias veces y Visitador. Contaba de
35 El Señor no le llevaba por este
camino de gracias místicas. "Hizo en ella (en la Santa) rigurosas
pruebas... y muy grandes exámenes y, entre otros, la hizo confesarse
generalmente con el rostro descubierto en el colegio de San Gil de esta
ciudad". (Dicho de Ana de los Angeles: BMC 19, 554). - Y el biógrafo del
P. Baltasar añade: "Quitóla la comunión 20 días, para ver cómo lo llevaba"
(L. DE LA PUENTE: Vida del P. Baltasar, c. 11).
36 Pero fue su confesor por espacio
de seis años, según confesión de la propia Santa: "Baltasar Alvarez, que
es ahora (1576) rector de Salamanca, la confesó seis años" (Rel. 4, 1).
Los tres años largos a que aquí alude la Santa, fueron los primeros,
especialmente penosos: 1558-1561.
37 El biógrafo de Baltasar Alvarez
glosa así este pasaje: "En lo que dice en las últimas palabras 'que el
sacramento le daba luz', apunta las revelaciones que (el P. Baltasar) tenía en
la misa acerca de las personas que tenía a su cargo" (op. cit. c. 11). Con
todo, cf. c. 23, 14 de Vida.
38 Los siervos de Dios: los
"cinco o seis" a que aludió en el c. 25. 14. - El más reacio,
recordado enseguida, es el "caballero santo", Francisco de Salcedo.
39 Contradicción de buenos a una
mujercilla... parece cosa de nada, dicho así en suma (cf. c. 36, 22, y 30, 6).
Prosigue en lo comenzado y dice
algunas mercedes grandes que la hizo el Señor y las
l. Mucho he salido del propósito, porque trataba de
decir las causas que hay para ver que no es imaginación; (1) porque ¿cómo
podríamos representar con estudio la Humanidad de Cristo y ordenando con la
imaginación su gran hermosura? Y no era menester poco tiempo, si en algo se
había de parecer a ella. Bien la puede representar delante de su imaginación y
estarla mirando algún espacio, y las figuras que tiene y la blancura, y poco a
poco irla más perfeccionando y encomendando a la memoria aquella imagen. Esto
¿quién se lo quita, pues con el entendimiento la pudo fabricar?
En lo que tratamos (2), ningún remedio hay de esto,
sino que la hemos de mirar cuando el Señor lo quiere representar y como quiere
y lo que quiere. Y no hay quitar ni poner, ni modo para ello aunque más
hagamos, ni para verlo cuando queremos, ni para dejarlo de ver; en queriendo
mirar alguna cosa particular, luego se pierde Cristo (3).
2. Dos años y medio me duró que muy ordinario me
hacía Dios esta merced. Habrá más de tres que tan continuo me la quitó de este
modo, con otra cosa más subida como quizá diré después; (4) y con ver que me
estaba hablando y yo mirando aquella gran hermosura y la suavidad con que habla
aquellas palabras por aquella hermosísima y divina boca, y otras veces con
rigor, y desear yo en extremo entender el color de sus ojos o del tamaño que
era, para que lo supiese decir, jamás lo he merecido ver, ni me basta
procurarlo, antes se me pierde la visión del todo. Bien que algunas veces veo
mirarme con piedad; mas tiene tanta fuerza esta vista, que el alma no la puede
sufrir, y queda en tan subido arrobamiento que, para más gozarlo todo, pierde
esta hermosa vista. Así que aquí no hay que querer y no querer (5). Claro se ve
quiere el Señor que no haya sino humildad y confusión, y tomar lo que nos
dieren y alabar a quien lo da.
3. Esto es en todas las visiones, sin quedar ninguna,
que ninguna cosa se puede, ni para ver menos ni más, hace ni deshace nuestra
diligencia. Quiere el Señor que veamos muy claro no es ésta obra nuestra, sino
de Su Majestad; porque muy menos podemos tener soberbia, antes nos hace estar
muy humildes y temerosos, viendo que, como el Señor nos quita el poder para ver
lo que queremos, nos puede quitar estas mercedes y la gracia, y quedar perdidos
del todo; y que siempre andemos con miedo, mientras en este destierro vivimos.
4. Casi siempre se me representaba el Señor así
resucitado, y en la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzarme,
si estaba en tribulación, que me mostraba las llagas; algunas veces en la cruz
y en el Huerto; y con la corona de espinas, pocas; y llevando la cruz también
algunas veces, para como digo necesidades mías y de otras personas, mas siempre
la carne glorificada.
Hartas afrentas y trabajos he pasado en decirlo, y
hartos temores y hartas persecuciones. Tan cierto les parecía que tenía
demonio, que me querían conjurar (6) algunas personas. De esto poco se me daba
a mí: más sentía cuando veía yo que temían los confesores de confesarme, o
cuando sabía les decían algo. Con todo, jamás me podía pesar de haber visto
estas visiones celestiales, y por todos los bienes y deleites del mundo sola
una vez no lo trocara. Siempre lo tenía por gran merced del Señor, y me parece
un grandísimo tesoro, y el mismo Señor me aseguraba muchas veces. Yo me veía
crecer en amarle muy mucho; íbame a quejar a El de todos estos trabajos;
siempre salía consolada de la oración y con nuevas fuerzas. A ellos (7) no los
osaba yo contradecir, porque veía era todo peor, que les parecía poca humildad.
Con mi confesor trataba; él siempre me consolaba mucho, cuando me veía fatigada.
5. Como las visiones fueron creciendo, uno de ellos
que antes me ayudaba (8) (que era con quien me confesaba algunas veces que no
podía el ministro) (9), comenzó a decir que claro era demonio. Mándanme que, ya
que no había remedio de resistir, que siempre me santiguase cuando alguna
visión viese, y diese higas, porque tuviese por cierto era demonio, y con esto
no vendría; y que no hubiese miedo, que Dios me guardaría y me lo quitaría. A
mí me era esto gran pena; porque, como yo no podía creer sino que era Dios, era
cosa terrible para mí. Y tampoco podía como he dicho (10) desear se me quitase;
mas, en fin, hacía cuanto me mandaban. Suplicaba mucho a Dios que me librase de
ser engañada. Esto siempre lo hacía y con hartas lágrimas, y a San Pedro y a
San Pablo, que me dijo el Señor, como fue la primera vez que me apareció en su
día (11), que ellos me guardarían no fuese engañada; y así muchas veces los
veía al lado izquierdo muy claramente, aunque no con visión imaginaria. Eran
estos gloriosos Santos muy mis señores.
6 Dábame este dar higas grandísima pena cuando veía
esta visión del Señor; porque cuando yo le veía presente, si me hicieran
pedazos no pudiera yo creer que era demonio, y así era un género de penitencia
grande para mí. Y, por no andar tanto santiguándome, tomaba una cruz en la mano
(12). Esto hacía casi siempre; las higas no tan continuo, porque sentía mucho. Acordábame
de las injurias que le habían hecho los judíos (13), y suplicábale me
perdonase, pues yo lo hacía por obedecer al que tenía en su lugar, y que no me
culpase, pues eran los ministros que El tenía puestos en su Iglesia. Decíame
que no se me diese nada, que bien hacía en obedecer, mas que él haría que se
entendiese la verdad. Cuando me quitaban la oración, me pareció se había
enojado. Díjome que les dijese que ya aquello era tiranía. Dábame causas (14)
para que entendiese que no era demonio. Alguna diré después (15).
7. Una vez, teniendo yo la cruz en la mano, que la
traía en un rosario, me la tomó con la suya (16), y cuando me la tornó a dar,
era de cuatro piedras grandes muy más preciosas que diamantes, sin comparación,
porque no la hay casi a lo que se ve sobrenatural. Diamante parece cosa
contrahecha e imperfecta, de las piedras preciosas que se ven allá. Tenía las
cinco llagas de muy linda hechura. Díjome que así la vería de aquí adelante, y
así me acaecía, que no veía la madera de que era, sino estas piedras. Mas no lo
veía nadie sino yo.
En comenzando a mandarme hiciese estas pruebas y
resistiese, era muy mayor el crecimiento de las mercedes. En queriéndome
divertir, nunca salía de oración. Aun durmiendo me parecía estaba en ella.
Porque aquí era crecer el amor y las lástimas que yo decía al Señor y el no lo
poder sufrir; ni era en mi mano (17), aunque yo quería y más lo procuraba, de
dejar de pensar en El. Con todo, obedecía cuando podía, mas podía poco o nonada
en esto, y el Señor nunca me lo quitó; mas, aunque me decía lo hiciese,
asegurábame por otro cabo, y enseñábame lo que les había de decir, y así lo
hace ahora, y dábame tan bastantes razones, que a mí me hacía toda seguridad.
8. Desde a poco tiempo comenzó Su Majestad, como me
lo tenía prometido (18), a señalar más que era El, creciendo en mí un amor tan
grande de Dios, que no sabía quién me le ponía, porque era muy sobrenatural, ni
yo le procuraba. Veíame morir con deseo de ver a Dios, y no sabía adónde había
de buscar esta vida, si no era con la muerte. Dábanme unos ímpetus grandes de
este amor, que, aunque no eran tan insufrideros como los que ya otra vez he
dicho (19) ni de tanto valor, yo no sabía qué me hacer; porque nada me
satisfacía, ni cabía en mí, sino que verdaderamente me parecía se me arrancaba
el alma. ¡Oh artificio soberano del Señor! ¡Qué industria tan delicada hacíais
con vuestra esclava miserable! Escondíaisos de mí y apretábaisme (20) con
vuestro amor, con una muerte tan sabrosa que nunca el alma querría salir de
ella.
9. Quien no hubiere pasado estos ímpetus tan grandes,
es imposible poderlo entender, que no es desasosiego del pecho, ni unas
devociones que suelen dar muchas veces, que parece ahogan el espíritu, que no
caben en sí. Esta es oración más baja, y hanse de evitar estos aceleramientos
con procurar con suavidad recogerlos dentro en sí y acallar el alma; que es
esto como unos niños que tienen un acelerado llorar, que parece van a ahogarse,
y con darlos a beber, cesa aquel demasiado sentimiento. Así acá la razón ataje
a encoger la rienda, porque podría ser ayudar el mismo natural; vuelva la
consideración con temer no es todo perfecto, sino que puede ser mucha parte
sensual (21), y acalle este niño con un regalo de amor que la haga mover a amar
por vía suave y no a puñadas, como dicen. Que recojan este amor dentro, y no
como olla que cuece demasiado, porque se pone la leña sin discreción y se
vierte toda; sino que moderen la causa que tomaron para ese fuego y procuren
matar la llama con lágrimas suaves y no penosas, que lo son las de estos
sentimientos y hacen mucho daño. Yo las tuve algunas veces a los principios, y
dejábanme perdida la cabeza y cansado el espíritu de suerte que otro día y más
no estaba para tornar a la oración. Así que es menester gran discreción a los
principios para que vaya todo con suavidad y se muestre el espíritu a obrar
interiormente. Lo exterior se procure mucho evitar.
10. Estotros ímpetus son diferentísimos. No ponemos
nosotros la leña, sino que parece que, hecho ya el fuego, de presto nos echan
dentro para que nos quememos. No procura el alma que duela esta llaga de la
ausencia del Señor, sino hincan una saeta en lo más vivo de las entrañas y
corazón, a las veces, que no sabe el alma qué ha ni qué quiere. Bien entiende
que quiere a Dios, y que la saeta parece traía hierba (22) para aborrecerse a
sí por amor de este Señor, y perdería de buena gana la vida por El.
No se puede encarecer ni decir el modo con que llaga
Dios el alma, y la grandísima pena que da, que la hace no saber de sí; mas es
esta pena tan sabrosa, que no hay deleite en la vida que más contento dé.
Siempre querría el alma como he dicho (23) estar muriendo de este mal.
11. Esta pena y gloria junta me traía desatinada, que
no podía yo entender cómo podía ser aquello. ¡Oh, qué es ver un alma herida!
Que digo que se entiende de manera que se puede decir herida por tan excelente
causa; y ve claro que no movió ella por dónde le viniese este amor, sino que
del muy grande que el Señor la tiene, parece cayó de presto aquella centella en
ella que la hace toda arder. ¡Oh, cuántas veces me acuerdo, cuando así estoy,
de aquel verso de David: Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum (24)
que me parece lo veo al pie de la letra en mí!
12. Cuando no da esto muy recio, parece se aplaca algo,
al menos busca el alma algún remedio porque no sabe qué hacer con algunas
penitencias, y no se sienten más ni hace más pena derramar sangre que si
estuviese el cuerpo muerto. Busca modos y maneras para hacer algo que sienta
por amor de Dios; mas es tan grande el primer dolor (25), que no sé yo qué
tormento corporal le quitase. Como no está allí el remedio, son muy bajas estas
medicinas para tan subido mal; alguna cosa se aplaca y pasa algo con esto,
pidiendo a Dios la dé remedio para su mal, y ninguno ve sino la muerte, que con
ésta piensa gozar del todo a su Bien. Otras veces da tan recio, que eso ni nada
no se puede hacer, que corta todo el cuerpo. Ni pies ni brazos no puede menear;
antes si está en pie se sienta, como una cosa trasportada que no puede ni aun
resolgar; sólo da unos gemidos no grandes, porque no puede más; sonlo en el
sentimiento.
13. Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta
visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal (26), lo
que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan
ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero (27). En
esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso
mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que
parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines (28), que los
nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de
unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las
manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de
fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a
las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda
abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar
aquellos quejidos (29), y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo
dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que
Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el
cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y
Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento (30).
14. Los días que duraba esto andaba como embobada. No
quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mí era mayor
gloria que cuantas hay en todo lo criado.
Esto tenía algunas veces (31), cuando quiso el Señor
me viniesen estos arrobamientos tan grandes, que aun estando entre gentes no los
podía resistir, sino que con harta pena mía se comenzaron a publicar. Después
que los tengo, no siento esta pena tanto, sino la que dije en otra parte antes
no me acuerdo en qué capítulo (32), que es muy diferente en hartas cosas y de
mayor precio; antes en comenzando esta pena de que ahora hablo, parece arrebata
el Señor el alma y la pone en éxtasis, y así no hay lugar de tener pena ni de
padecer, porque viene luego el gozar.
Sea bendito por siempre, que tantas mercedes hace a
quien tan mal responde a tan grandes beneficios.
NOTAS CAPÍTULO 29
Sigue desarrollando la doble línea
temática de los capítulos anteriores: gracias místicas en crescendo; y
preocupación doctrinal por ofrecer criterios de discernimiento. - Entre las
"mercedes grandes" que anuncia el epígrafe, destacan dos: los
"ímpetus" de deseo; y las "heridas de amor". - El hecho de
los "grandes ímpetus" lo testificará por esos años (1560...) en las
Relaciones 1, 3-4; 3, 5-7; y más tarde en la el. 15 (año 1571) y Rel. 6, 13-17
(año 1576). - Lo desarrollará por extenso en las Moradas VI, cc. 2 y 11.
1 Para ver que no es imaginación la
visión intelectual o las hablas místicas de que trató en el capítulo 27, nn. 2
y 7. Allí comenzó a exponer "razones" por las que "el demonio no
se puede entrometer... en esta manera de visión y lenguaje". Ahora reanuda
el tema para tratar de solas las visiones, especialmente de las imaginarias.
2 En lo que tratamos: en las
visiones místicas.
3 Luego se pierde Cristo de vista:
cesa la visión.
4 Diré después: se refiere a los
"ímpetus" de que hablará en los nn. 8-14 de este capítulo. - De estos
"ímpetus tan grandes" volverá a tratar en las Moradas VI, c. 11. - El
sentido de la frase que precede es: "esta merced hace más de tres años que
cesó de ser tan frecuente, sustituida por otra gracia mística más subida".
- Podemos fijar aproximadamente la cronología de la vida anterior de la Santa:
las visiones no son anteriores al año 1560 (cf. c. 26, 5); las visiones
"imaginarias" comenzaron más tarde, probablemente en la segunda mitad
de 1560 (cf. c. 28, nn. 1 y 3), y persistieron con frecuencia especial durante
"dos años y medio" (c. 29, 2), o sea, hasta entrado el año 1562;
siguen inmediatamente otras gracias místicas que duran "más de tres
años" (ib.), segunda mitad de 1565: es precisamente el momento en que la
Santa escribe estas líneas de Vida.
5 Así que aquí no hay que querer y
no querer: no influye en la visión el desearla o no.
6 Me querían conjurar: someter a los
conjuros o exorcismos rituales.
8 Uno de ellos: "Gonzalo de
Aranda", anota Gracián en su ejemplar de Vida. Gonzalo de Aranda es un
sacerdote de Avila, confesor en la Encarnación, que más tarde ayudará a la
Santa en la fundación de San José y en el pleito entre esta fundación y la
ciudad. Ahora forma parte de los "cinco o seis" recelosos de la vida
mística de la autora. - Con todo, no es segura la afirmación de Gracián.
9 El ministro: el P. Baltasar
Alvarez.
10 Lo ha dicho en el c. 27, 1; y en
el n. 4 del presente capítulo.
11 En su día: es decir, en su
fiesta. Alude a la gracia referida en el c. 27, 2 (en la fiesta de San Pedro);
o más probablemente a la primera "aparición", c. 28, 3 (en la fiesta
de San Pablo). Nótese el típico léxico teresiano "aparecer".
12Santiguándose... tomaba una cruz
en la mano: el consejo de los letrados para combatir el demonio era:
"hacer higas", gesto de desprecio; "santiguarse", gesto de
defensa para ahuyentar al enemigo; y "oponerle la cruz", gesto de
conjuro. "Las higas no tan continuo": no tantas veces, por la
repugnancia que le causaban. - El recuerdo dolorido de este último gesto
reaparece en las Fundaciones c. 8, 3 (hacia 1573) y en las Moras VI, 9, 12-13
(año 1577). - Para esas fechas, ya había llegado a la Santa el parecer del
"Maestro" san Juan de Avila, horrorizado al leer estas páginas en el
autógrafo de Vida: esas visiones "si vienen sin ser deseadas, aun se han
de huir (evitar) lo posible, aunque no por medio de dar higas...; cierto a mí
me hizo horror las que en este caso se dieron, y me dio mucha pena" (carta
del 12 de septiembre de 1568: BMC, II, 209).
13 Se refiere a los gestos de mofa
con que la turba provoca al Crucificado: Mt 27, 40-42.
14 Dábame causas: igual que
"dábame razones" (n. 7), para discernir o demostrar "que no era
demonio" (cf. c. 33, 16).
15 Hablará de ellas en el n. 8 y en
los cc. 30, 8 y sigs. y 34, 16.
16 Me la tomó el Señor en su mano.
Sobre la historia de esta cruz puede verse F. de Ribera, "Vida de la
Santa", P. I, c. 11; Jerónimo de San José, "Historia del Carmen
Descalzo", L. II, c. 20.
17 Ni era en mi mano: no estaba en
mi poder.
18 En el n. 6.
19 Lo ha dicho en el c. 20, 8 y ss.
- Poco antes: insufrideros: insufribles (también utiliza esta segunda forma en
Moradas VI, 1, 8.
20 La Santa escribe:
escondíadesos... apretábadesme: formas arcaizantes, poco frecuentes en sus
escritos.
21 Sensual equivale a sensible, o no
espiritual (cf. "sensualidad": c. 3, 2 nota 3).
22 La saeta... traía hierba: saeta
con hierba o enherbolada era la untada con el zumo de hierbas ponzoñosas, para
envenenar o herir (Cobarruvias). Usado aquí en sentido metafórico. En uno de
sus poemas, cantará la Santa: "Tiróme con una flecha / enherbolada de
amor, / y mi alma quedó hecha / una con su Criador".
23 En los nn. 8 y 10.
24 Salmo 42, 1. La Santa escribe el
latín a oído: "quemadmodun desiderad cervus a fontes aguarun".
25 El primer dolor: el causado por
la pena mística, no el de las mortificaciones que se hacen para aplacarla.
26 En forma corporal: no quiere
decir que fuese visión corporal, pues ya ha asegurado que ella nunca las tuvo
(c. 28, 4), sino que lo ha visto "con forma y figura" como en las
visiones imaginarias (cf. c. 28; y 31, 9). - Lo que no veo sino "por
maravilla": muy rara vez (cf. 14, 5; 25, 6; 30, 16).
27 Alude a la visión intelectual del
c. 27, 2.
28 Los que llaman querubines: nótese
la circunlocución aproximativa del nombre. Báñez anotó al margen del autógrafo:
"más parece de los que llaman serafines". Fray Luis acogió en el
texto la nomenclatura de Báñez (p. 255).
29 Aquellos quejidos: alude
probablemente a los "gemindos no grandes" del n. 12.
30 Es ésta la famosa gracia de la
transververación del corazón o merced del dardo, inmortalizada por Bernini en
el grupo marmóreo de Santa María della Vittoria (Roma). - La Santa vuelve a
referir este fenomeno místico en las Moradas 6, 2, 4, y en la Relación 5, nn.
15-17.
31 Clara afirmación de que la Santa
recibió esa gracia más de una vez.
32 No me acuerdo en qué capítulo: en
el c. 20, 9 y ss.
Torna a contar el discurso de su
vida y cómo remedió el Señor mucho de sus trabajos con
1. Pues viendo yo lo poco o nonada que podía hacer
para no tener estos ímpetus tan grandes, también temía de tenerlos; porque pena
y contento no podía yo entender cómo podía estar junto; (1) que ya pena
corporal y contento espiritual, ya lo sabía que era bien posible; mas tan
excesiva pena espiritual y con tan grandísimo gusto, esto me desatinaba.
Aún no cesaba en procurar resistir, mas podía tan
poco, que algunas veces me cansaba. Amparábame con la cruz y queríame defender
del que con ella nos amparó a todos (2). Veía que no me entendía nadie, que
esto muy claro lo entendía yo; mas no lo osaba decir sino a mi confesor (3),
porque esto fuera decir bien de verdad que no tenía humildad.
2. Fue el Señor servido remediar gran parte de mi
trabajo y por entonces todo con traer a este lugar (4) al bendito Fray Pedro de
Alcántara, de quien ya hice mención y dije algo de su penitencia (5), que,
entre otras cosas, me certificaron había traído veinte años cilicio de hoja de
lata continuo. Es autor de unos libros pequeños de oración que ahora se tratan
mucho, de romance, porque como quien bien la había ejercitado, escribió harto
provechosamente para los que la tienen (6). Guardó la primera Regla del
bienaventurado San Francisco con todo rigor y lo demás que allá (7) queda algo
dicho.
3. Pues como la viuda sierva de Dios, que he dicho
(8), y amiga mía, supo que estaba aquí tan gran varón, y sabía mi necesidad,
porque era testigo de mis aflicciones y me consolaba harto, porque era tanta su
fe que no podía sino creer que era espíritu de Dios el que todos los más decían
era del demonio, y como es persona de harto buen entendimiento y de mucho
secreto y a quien el Señor hacía harta merced en la oración, quiso Su Majestad
darla luz en lo que los letrados ignoraban. Dábanme licencia mis confesores que
descansase con ella algunas cosas, porque por hartas causas cabía en ella (9).
Cabíale parte algunas veces de las mercedes que el Señor me hacía, con avisos
harto provechosos para su alma.
Pues como lo supo, para que mejor le pudiese tratar,
sin decirme nada recaudó licencia de mi Provincial (10) para que ocho días
estuviese en su casa, y en ella y en algunas iglesias le hablé muchas veces
esta primera vez que estuvo aquí, que después en diversos tiempos le comuniqué
mucho (11). Como le di cuenta en suma de mi vida y manera de proceder de
oración, con la mayor claridad que yo supe, que esto he tenido siempre, tratar
con toda claridad y verdad con los que comunico mi alma, hasta los primeros
movimientos querría yo les fuesen públicos, y las cosas más dudosas y de
sospecha yo les argüía con razones contra mí, así que sin doblez ni encubierta
(12) le traté mi alma.
4. Casi a los principio vi que me entendía por
experiencia, que era todo lo que yo había menester; porque entonces no me sabía
entender como ahora, para saberlo decir, que después me lo ha dado Dios que
sepa entender y decir las mercedes que Su Majestad me hace (13), y era menester
que hubiese pasado por ello quien del todo me entendiese y declarase lo que
era. El me dio grandísima luz, porque al menos en las visiones que no eran
imaginarias no podía yo entender qué podía ser aquello, y parecíame que en las
que veía con los ojos del alma tampoco entendía cómo podía ser; que como he
dicho (14) sólo las que se ven con los ojos corporales era de las que me
parecía a mí había de hacer caso, y éstas no tenía.
5. Este santo hombre me dio luz en todo y me lo
declaró, y dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan
cierta que era espíritu suyo, que, si no era la fe, cosa más verdadera no podía
haber, ni que tanto pudiese creer. Y él se consolaba mucho conmigo y hacíame
todo favor y merced, y siempre después tuvo mucha cuenta conmigo y daba parte
(15) de sus cosas y negocios. Y como me veía con los deseos que él ya poseía
por obra que éstos dábamelos el Señor muy determinados y me veía con tanto
ánimo, holgábase de tratar conmigo; que a quien el Señor llega a este estado no
hay placer ni consuelo que se iguale a topar con quien le parece le ha dado el
Señor principios de esto; que entonces no debía yo tener mucho más, a lo que me
parece, y plega al Señor lo tenga ahora.
6. Húbome grandísima lástima. Díjome que uno de los
mayores trabajos de la tierra era el que había padecido, que es contradicción
de buenos, y que todavía me quedaba harto, porque siempre tenía necesidad y no
había en esta ciudad quien me entendiese; mas que él hablaría al que me
confesaba (16) y a uno de los que me daban más pena, que era este caballero
casado que ya he dicho (17). Porque, como quien me tenía mayor voluntad, me
hacía toda la guerra. Y es alma temerosa y santa, y como me había visto tan
poco había tan ruin, no acababa de asegurarse.
Y así lo hizo el santo varón, que los habló a
entrambos y les dio causas y razones para que se asegurasen y no me inquietasen
más. El confesor poco había menester; el caballero tanto, que aun no del todo
bastó, mas fue parte para que no tanto me amedrentase.
7. Quedamos concertados que le escribiese lo que me
sucediese más de ahí adelante, y de encomendarnos mucho a Dios; que era tanta
su humildad, que tenía en algo las oraciones de esta miserable, que era harta
mi confusión. Dejóme con grandísimo consuelo y contento, y con que tuviese la
oración con seguridad, y que no dudase de que era Dios; y de lo que tuviese
alguna duda y, por más seguridad, de todo diese parte al confesor, y con esto
viviese segura.
Mas tampoco podía tener esa seguridad del todo,
porque me llevaba el Señor por camino de temer, como creer que era demonio
cuando me decían que lo era. Así que temor ni seguridad nadie podía que yo la
tuviese de manera que les pudiese dar más crédito del que el Señor ponía en mi
alma. Así que, aunque me consoló y sosegó, no le di tanto crédito para quedar
del todo sin temor, en especial cuando el Señor me dejaba en los trabajos de
alma que ahora diré. Con todo, quedé como digo muy consolada.
No me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso
padre mío San José, que me pareció le había él traído, porque era Comisario
General de la Custodia de San José (18), a quien yo mucho me encomendaba y a
nuestra Señora.
8. Acaecíame algunas veces y aun ahora me acaece,
aunque no tantas estar con tan grandísimos trabajos de alma junto con tormentos
y dolores de cuerpo, de males tan recios, que no me podía valer (19).
Otras veces tenía males corporales más graves, y como
no tenía los del alma, los pasaba con mucha alegría; mas cuando era todo junto,
era tan gran trabajo que me apretaba muy mucho. Todas las mercedes que me había
hecho el Señor se me olvidaban. Sólo quedaba una memoria como cosa que se ha
soñado, para dar pena. Porque se entorpece el entendimiento de suerte, que me
hacía andar en mil dudas y sospecha, pareciéndome que yo no lo había sabido
entender y que quizá se me antojaba y que bastaba que anduviese yo engañada sin
que engañase a los buenos. Parecíame yo tan mala, que cuantos males y herejías
se habían levantado me parecía eran por mis pecados.
9. Esta es una humildad falsa que el demonio
inventaba para desasosegarme y probar si puede traer el alma a desesperación.
Tengo ya tanta experiencia que es cosa de demonio, que, como ya ve que le entiendo,
no me atormenta en esto tantas veces como solía. Vese claro en la inquietud y
desasosiego con que comienza, y el alboroto que da en el alma todo lo que dura,
y la oscuridad y aflicción que en ella pone, la sequedad y mala disposición
para oración ni para ningún bien. Parece que ahoga el alma y ata el cuerpo para
que de nada aproveche. Porque la humildad verdadera, aunque se conoce el alma
por ruin, y da pena ver lo que somos, y pensamos grandes encarecimientos de
nuestra maldad, tan grandes como los dichos (20), y se sienten con verdad, no
viene con alboroto ni desasosiega el alma ni la oscurece ni da sequedad; antes
la regala, y es todo al revés: con quietud, con suavidad, con luz. Pena que,
por otra parte conforta de ver cuán gran merced la hace Dios en que tenga
aquella pena y cuán bien empleada es. Duélele lo que ofendió a Dios. Por otra
parte, la ensancha su misericordia. Tiene luz para confundirse a sí y alaba a
Su Majestad porque tanto la sufrió.
En estotra humildad que pone el demonio, no hay luz
para ningún bien, todo parece lo pone Dios a fuego y a sangre (21).
Represéntale la justicia, y aunque tiene fe que hay misericordia, porque no
puede tanto el demonio que la haga perder, es de manera que no me consuela,
antes cuando mira tanta misericordia, le ayuda a mayor tormento, porque me
parece estaba obligada a más.
10. Es una invención del demonio de las más penosas y
sutiles y disimuladas que yo he entendido de él, y así querría avisar a vuestra
merced (22) para que, si por aquí le tentare, tenga alguna luz y lo conozca, si
le dejare el entendimiento para conocerlo. Que no piense que va en letras y
saber, que, aunque a mí todo me falta, después de salida de ello bien entiendo
es desatino. Lo que he entendido es que quiere y permite el Señor y le da
licencia, como se la dio para que tentase a Job (23), aunque a mí como a ruin
no es con aquel rigor.
11. Hame acaecido y me acuerdo ser un día antes de la
víspera de Corpus Christi, fiesta de quien yo soy devota (24), aunque no tanto
como es razón. Esta vez duróme sólo hasta el día (25), que otras dúrame ocho y
quince días, y aun tres semanas, y no sé si más, en especial las Semanas
Santas, que solía ser mi regalo de oración. Me acaece que coge de presto el
entendimiento por cosas tan livianas a las veces, que otras me riera yo de
ellas; y hácele estar trabucado en todo lo que él quiere y el alma aherrojada
allí, sin ser señora de sí ni poder pensar otra cosa más de los disparates que
él la representa, que casi ni tienen tomo (26) ni atan ni desatan; sólo ata
para ahogar de manera el alma, que no cabe en sí. Y es así que me ha acaecido
parecerme que andan los demonios como jugando a la pelota con el alma, y ella
que no es parte (27) para librarse de su poder.
No se puede decir lo que en este caso se padece. Ella
anda a buscar reparo, y permite Dios no le halle. Sólo queda siempre la razón
del libre albedrío, no clara (28). Digo yo que debe ser casi tapados los ojos,
como una persona que muchas veces ha ido por una parte, que, aunque sea noche y
a oscuras, ya por el tino pasado sabe adónde puede tropezar, porque lo ha visto
de día, y guárdase de aquel peligro. Así es para no ofender a Dios, que parece
se va por la costumbre. Dejemos aparte el tenerla el Señor (29), que es lo que
hace al caso.
12. La fe está entonces tan amortiguada y dormida
como todas las demás virtudes, aunque no perdida, que bien cree lo que tiene la
Iglesia, mas pronunciado por la boca, y que parece por otro cabo la aprietan y
entorpecen para que, casi como cosa que oyó de lejos, le parece conoce a Dios.
El amor tiene tan tibio que, si oye hablar en El,
escucha como una cosa que cree ser el que es porque lo tiene la Iglesia; mas no
hay memoria de lo que ha experimentado en sí.
Irse a rezar, no es sino más congoja, o estar en
soledad; porque el tormento que en sí se siente, sin saber de qué, es
incomportable (30).
A mi parecer, es un poco del traslado del infierno
(31). Esto es así, según el Señor en una visión me dio a entender; porque el
alma se quema en sí, sin saber quién ni por dónde le ponen fuego, ni cómo huir
de él, ni con qué le matar.
Pues quererse remediar con leer, es como si no se
supiese. Una vez me acaeció ir a leer una vida de un santo para ver si me
embebería y para consolarme de lo que él padeció, y leer cuatro o cinco veces
otros tantos renglones y, con ser romance, menos entendía de ellos a la postre
que al principio, y así lo dejé. Esto me acaeció muchas veces, sino que ésta se
me acuerda más en particular.
13. Tener, pues, conversación con nadie, es peor.
Porque un espíritu tan disgustado de ira pone el demonio, que parece a todos me
querría comer, sin poder hacer más, y algo parece se hace en irme a la mano
(32), o hace el Señor en tener de su mano a quien así está, para que no diga ni
haga contra sus prójimos cosa que los perjudique y en que ofenda a Dios.
Pues ir al confesor, esto es cierto que muchas veces
me acaecía lo que diré, que, con ser tan santos como lo son los que en este
tiempo he tratado y trato, me decían palabras y me reñían con una aspereza, que
después que se las decía yo ellos mismos se espantaban y me decían que no era
más en su mano. Porque, aunque ponían muy por sí de no lo hacer otras veces
(que se les hacía después lástima y aún escrúpulo), cuando tuviese semejantes
trabajos de cuerpo y de alma, y se determinaban a consolarme con piedad, no
podían. No decían ellos malas palabras digo en que ofendiesen a Dios, mas las
más disgustadas que se sufrían para confesor (33). Debían pretender
mortificarme, y aunque otras veces me holgaba y estaba para sufrirlo, entonces
todo me era tormento.
Pues dame también parecer que los engaño, e iba a
ellos y avisábalos muy a las veras que se guardasen de mí, que podría ser los
engañase. Bien veía yo que de advertencia no lo haría, ni les diría mentira,
mas todo me era temor. Uno me dijo una vez (34), como entendió la tentación,
que no tuviese pena, que aunque yo quisiese engañarle, seso tenía él para no
dejarse engañar. Esto me dio mucho consuelo.
14. Algunas veces y casi ordinario, al menos lo más
continuo en acabando de comulgar descansaba; y aun algunas, en llegando al
Sacramento, luego a la hora (35) quedaba tan buena, alma y cuerpo, que yo me
espanto. No parece sino que en un punto se deshacen todas las tinieblas del
alma y, salido el sol, conocía las tonterías en que había estado.
Otras, con sola una palabra que me decía el Señor,
con sólo decir: No estés fatigada; no hayas miedo como ya dejo otra vez dicho
(36), quedaba del todo sana, o con ver alguna visión, como si no hubiera tenido
nada. Regalábame con Dios; quejábame a El cómo consentía tantos tormentos que
padeciese; mas ello era bien pagado, que casi siempre eran después en gran
abundancia las mercedes.
No me parece sino que sale el alma del crisol como el
oro (37), más afinada y clarificada, para ver en sí al Señor. Y así se hacen
después pequeños estos trabajos con parecer incomportables, y se desean tornar
a padecer, si el Señor se ha de servir más de ello. Y aunque haya mas
tribulaciones y persecuciones, como se pasen sin ofender al Señor, sino holgándose
de padecerlo por El, todo es para mayor ganancia, aunque como se han de llevar
no los llevo yo, sino harto imperfectamente.
15.Otras veces me venían de otra suerte, y vienen,
que de todo punto me parece se me quita la posibilidad de pensar cosa buena ni
desearla hacer, sino un alma y cuerpo del todo inútil y pesado; mas no tengo
con esto estotras tentaciones y desasosiegos, sino un disgusto, sin entender de
qué, ni nada contenta al alma. Procuraba hacer buenas obras exteriores para
ocuparme medio por fuerza, y conozco bien lo poco que es un alma cuando se
esconde la gracia. No me daba mucha pena, porque este ver mi bajeza me daba
alguna satisfacción.
16. Otras veces me hallo que tampoco cosa formada
puedo pensar de Dios ni de bien que vaya con asiento, ni tener oración, aunque
esté en soledad; mas siento que le conozco. El entendimiento e imaginación (38)
entiendo yo es aquí lo que me daña, que la voluntad buena me parece a mí que
está y dispuesta para todo bien. Mas este entendimiento está tan perdido, que
no parece sino un loco furioso que nadie le puede atar, ni soy señora de
hacerle estar quedo un credo (39). Algunas veces me río y conozco mi miseria, y
estoyle mirando y déjole a ver qué hace; y gloria a Dios nunca por maravilla va
a cosa mala, sino indiferentes: si algo hay que hacer aquí y allí y acullá.
Conozco más entonces la grandísima merced que me hace el Señor cuando tiene
atado este loco en perfecta contemplación. Miro qué sería si me viesen este
desvarío las personas que me tienen por buena. He lástima grande al alma de
verla en tan mala compañía. Deseo verla con libertad, y así digo al Señor:
"¿cuándo, Dios mío, acabaré ya de ver mi alma junta en vuestra alabanza,
que os gocen todas las potencias? ¡No permitáis, Señor, sea ya más despedazada,
que no parece sino que cada pedazo anda por su cabo!".
Esto paso muchas veces. Algunas bien entiendo le hace
harto al caso la poca salud corporal. Acuérdome mucho del daño que nos hizo el
primer pecado (40), que de aquí me parece nos vino ser incapaces de gozar tanto
bien en un ser (41), y deben ser los míos, que, si yo no hubiera tenido tantos,
estuviera más entera en el bien.
17. Pasé también otro gran trabajo: que como todos
los libros que leía que tratan de oración me parecía los entendía todos y que
ya me había dado aquello el Señor, que no los había menester, y así no los
leía, sino vidas de Santos, que, como yo me hallo tan corta en lo que ellos
servían a Dios, esto parece me aprovecha y anima. Parecíame muy poca humildad
pensar yo había llegado a tener aquella oración; y como no podía acabar conmigo
otra cosa, dábame mucha pena, hasta que letrados y el bendito Fray Pedro de
Alcántara me dijeron que no se me diese nada. Bien veo yo que en el servir a
Dios no he comenzado aunque en hacerme Su Majestad mercedes es como a muchos
buenos y que estoy hecha una imperfección, si no es en los deseos y en amar
(42), que en esto bien veo me ha favorecido el Señor para que le pueda en algo
servir. Bien me parece a mí que le amo, mas las obras me desconsuelan y las
muchas imperfecciones que veo en mí.
18. Otras veces me da una bobería de alma digo yo que
es, que ni bien ni mal me parece que hago, sino andar al hilo de la gente, como
dicen: ni con pena ni con gloria, ni la da vida ni muerte, ni placer ni pesar.
No parece se siente nada. Paréceme a mí que anda el alma como un asnillo que
pace, que se sustenta porque lo dan de comer y come casi sin sentirlo; porque
el alma en este estado no debe estar sin comer algunas grandes mercedes de
Dios, pues en vida tan miserable no le pesa de vivir y lo pasa con igualdad,
mas no se sienten movimientos ni efectos para que se entienda el alma.
19. Paréceme ahora a mí como un navegar con un aire
muy sosegado, que se anda mucho sin entender cómo; porque en estotras maneras
son tan grandes los efectos, que casi luego ve el alma su mejora. Porque luego
bullen (43) los deseos y nunca acaba de satisfacerse un alma. Esto tienen los
grandes ímpetus de amor que he dicho (44), a quien Dios los da. Es como unas
fontecicas que yo he visto manar, que nunca cesa de hacer movimiento la arena
hacia arriba.
Al natural me parece este ejemplo o comparación de
las almas que aquí llegan: siempre está bullendo el amor y pensando qué hará.
No cabe en sí, como en la tierra parece no cabe aquel agua, sino que la echa de
sí. Así está el alma muy ordinario, que no sosiega ni cabe en sí con el amor
que tiene; ya la tiene a ella empapada en sí. Querría bebiesen los otros, pues
a ella no la hace falta, para que la ayudasen a alabar a Dios. ¡Oh, qué de
veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Samaritana!, y así soy
muy aficionada a aquel Evangelio; (45) y es así, cierto, que sin entender como
ahora este bien, desde muy niña lo era, y suplicaba muchas veces al Señor me
diese aquel agua, y la tenía dibujada adonde estaba siempre, con este letrero,
cuando el Señor llegó al pozo. Domine, da mihi aquam (46).
20. Parece también como un fuego que es grande y,
para que no se aplaque, es menester haya siempre qué quemar. Así son las almas que
digo. Aunque fuese muy a su costa, querrían traer leña para que no cesase este
fuego. Yo soy tal que aun con pajas que pudiese echar en él me contentaría, y
así me acaece algunas y muchas veces; unas me río y otras me fatigo mucho. El
movimiento interior me incita a que sirva en algo de que no soy para más en
poner ramitos y flores a imágenes, en barrer, en poner un oratorio, en unas
cositas tan bajas que me hacía confusión. Si hacía o hago algo de penitencia,
todo poco y de manera que, a no tomar el Señor la voluntad, veía yo era sin
ningún tomo (47), y yo misma burlaba de mí.
Pues no tienen poco trabajo a ánimas que da Dios por
su bondad este fuego de amor suyo en abundancia, faltar fuerzas corporales para
hacer algo por El. Es una pena bien grande. Porque, como le faltan fuerzas para
echar alguna leña en este fuego y ella muere porque no se mate (48), paréceme
que ella entre sí se consume y hace ceniza y se deshace en lágrimas y se quema;
y es harto tormento, aunque es sabroso.
21. Alabe muy mucho al Señor el alma que ha llegado
aquí y le da fuerzas corporales para hacer penitencia, o le dio letras y
talentos y libertad para predicar y confesar y llegar almas a Dios (49). Que no
sabe ni entiende el bien que tiene, si no ha pasado por gustar qué es no poder
hacer nada en servicio del Señor, y recibir siempre mucho. Sea bendito por todo
y denle gloria los ángeles, amén.
22. No sé si hago bien de escribir tantas
menudencias. Como vuestra merced (50) me tornó a enviar a mandar que no se me
diese nada de alargarme ni dejase nada, voy tratando con claridad y verdad lo
que se me acuerda. Y no puede ser menos de dejarse mucho, porque sería gastar
mucho más tiempo, y tengo tan poco como he dicho (51), y por ventura no sacar
ningún provecho.
NOTAS CAPÍTULO 30
Los capítulos 30-31 forman una
especie de díptico; doble serie de episodios de la vida interior de la autora:
el c. 30, "tentaciones y trabajos interiores"; el 31,
"tentaciones exteriores y representaciones" demoníacas. Abunda en "menudencias",
probablemente instada por el destinatario del escrito, P. García de Toledo: c.
30, 22.
1 Alude a lo dicho en el c. 29, 11:
"esta pena y gloria junta me traía desatinada... no podía yo entender cómo
podía ser aquello".
2 Nótese el juego de palabras:
"yo me amparaba con la cruz, y con ella me quería defender de quien con
ella nos amparó a todos".
4 Este lugar: Avila, pero evita
nombrarlo, como en el título del capítulo.
5 Habló de ambas cosas en el c. 27,
16 y s.
6 Se refiere el Tratado de oración y
meditación (Lisboa 1556-1557), y varios otros tratadillos publicados también en
Lisboa (1560): Breve introducción para los que comienzan a servir a Dios, Tres
cosas que debe hacer el que desea salvarse, Oración devotísima, Petición especial
de amor de Dios. En sus Constituciones (n. 8), la Santa recomendará a sus
monjas "los libros... del padre fray Pedro de Alcántara".
7 Por lapsus de pluma, en el
autógrafo escribió: "ella".
8 "Doña Guiomar de Ulloa",
anota Gracián en su ejemplar de Vida. Su elogio lo ha hecho la Santa en el c.
24, 4.
9 Descansase con ella algunas cosas:
confiándole sus problemas.
11 Los encuentros de ambos fueron en
casa de Doña Guiomar y "en algunas iglesias": capilla de Mosén Rubí,
parroquia de Santo Tomé y en la Catedral. - Tuvieron lugar a mediados de agosto
de 1560. - De nuevo se entrevistaron en Toledo (abril 1562) y en Avila
(junio/julio de ese mismo año): cf. 36, 1-2.
12 Sin doblez ni encubierta: sin
dolo ni tapujos. La Santa había escrito: "sin doblez y encubierta",
que luego corrigió. Bien leído ya por fray Luis (p. 359).
13 Nuevamente recuerda la Santa que
su capacitación expresiva frente a lo inefable de la experiencia mística es
reciente. Posterior a 1560, fecha del primer encuentro con fray Pedro de
Alcántara. Cf. c. 12, 6 nota 24.
14 En el c. 28, 4.
15 Daba parte: comunicar, informar
de. - Poco antes: tuvo mucha cuenta conmigo: tener atención o atenciones (cf.
2, 3).
16 P. Baltasar Alvarez. - De ello
hablan los tres biógrafos: Ribera en su vida de la Santa (I, c. 11), F.
Marchese, en la vida de san Pedro de Alcántara (II, c. 12), y La Puente, en su
vida del P. Baltasar (c. 11).
17 Era el "caballero santo",
Francisco de Salcedo, de quien habló en el c. 23, 6-11.
18 La Custodia de San José:
semi-provincia franciscana que llevaba el título de San José.
19 Una segunda mano retocó el
autógrafo: "valerme ("me", añadido fuera de la caja de
escritura). Fray Luis editó como nosotros: "valer" (p. 362).
20 Dichos al final del n. 8.
21 Equivale a nuestra expresión:
"a sangre y fuego".
22 Vuestra merced: es el P. García
de Toledo.
23 Cf. el libro bíblico de Job, 2, 6.
24 Fiesta de quien: equivale a
"fiesta de la que".
25 Duróme hasta el día: frase
oscura. Probablemente, que le duró desde la antevíspera del Corpus hasta el día
de la fiesta.
26 Ni tienen tomo: sin importancia
(cf. 5, 1; 18, 4). - A continuación, en el autógrafo: "desata"
escribió la Santa, creemos que por lapsus (así lo pensó fray Luis, p. 365). La
frase hecha "ni atan ni desatan": repite la idea de
"disparatar", no decir cosa concertada.
27 No es parte: no es capaz (cf. el
final del n. 6), no tiene parte...
28 La razón del libre albedrío:
razón y libertad. Le queda apenas la luz mental suficiente para el libre uso de
la voluntad...
29 Tenerla: en el sentido de
mantener, sostener. La tiene de su mano el Señor.
30 Incomportable (y de nuevo en el
n. 14): insoportable (cf. 5, 7.10 nota 14).
31 Traslado del infierno:
"traslado" en acepción de "copia o trasunto" (Cobarruvias,
p. 140 b 63).
32 Irme a la mano: refrenarme,
retenerme.
33 Para confesor: en un confesor, o
"para ser dichas por un confesor".
34 "El P. Baltasar
Alvarez", anota Gracián en su ejemplar.
35 Luego a la hora: inmediatamente.
36 Otras dos veces lo ha mencionado:
c. 25, 18; y c. 26, 2.
37 Imagen bíblica, muy repetida en
la liturgia: "como el oro en el crisol, así los prueba el Señor"
(Sab. 3, 6; Ecli 2, 5; Prov 27, 21).
38 No siempre distingue la Santa
entre entendimiento, pensamiento e imaginación. Véase el epígrafe del cap. 1 de
las Moradas IV.
39 Estar quedo (quieto) un credo:
"un credo" es una fracción breve de tiempo (cf. c. 15, 7, nota 25).
40 El primer pecado: de Adán, pecado
original. La Santa nunca utilizará este término técnico de los teólogos.
41 En un ser: expresión polivalente
en la Santa (cf. c. 5, 8 nota 16: "continuamente" y
"totalmente"). Aquí quiere decir que, a causa del pecado original, no
podemos gozar establemente de las gracias místicas, sin las turbulencias de la
imaginación. Más explícito en el c. 40, 18.
42 Sobre esa constante de deseos,
cf. c. 15, 14; y los testimonios de ese mismo periodo en R. 1, 8; 3, 9.
43 Bullan, en el autógrafo.
44 En el c. 28, 8-14; y c. 26, 1.
45 Este evangelio: capítulo 4 de San
Juan.
46 Jn 4, 15. Ella escribió el latín:
"domine da miqui aguan".
47 Sin ningún tomo: sin valor alguno.
48 Porque no se mate: porque no se
apague el fuego.
49 Llegar almas a Dios: allegarle
almas...
50 Vuestra merced: P. García de
Toledo. Como otras veces, el epílogo del capítulo reanuda el diálogo con él.
51 Lo ha dicho en el c. 10, n. 7; y c. 14, n. 8.