Trata cómo en este tiempo convino
que se ausentase de este lugar. Dice la causa y cómo la
1. Pues por mucho cuidado que yo traía para que no se
entendiese, no podía hacerse tan secreto toda esta obra, que no se entendiese
mucho en algunas personas. Unas lo creían y otras no. Yo temía harto que,
venido el Provincial, si algo le dijesen de ello, me había de mandar no
entender en ello (1), y luego era todo cesado.
Proveyólo el Señor de esta manera: que se ofreció en
un lugar grande (2), más de veinte leguas de éste, que estaba una señora muy
afligida a causa de habérsele muerto su marido. Estábalo en tanto extremo, que
se temía su salud (3). Tuvo noticia de esta pecadorcilla, que lo ordenó el
Señor así, que la dijesen bien de mí para otros bienes que de aquí sucedieron.
Conocía esta señora mucho al Provincial (4), y como era persona principal y
supo que yo estaba en monasterio que salían (5), pónele el Señor tan gran deseo
de verme, pareciéndole que se consolaría conmigo, que no debía ser en su mano,
sino luego procuró, por todas las vías que pudo, llevarme allá, enviando al
Provincial (6), que estaba bien lejos. El me envió un mandamiento, con precepto
de obediencia, que luego fuese con otra compañera. Yo lo supe la noche de
Navidad (7).
2. Hízome algún alboroto y mucha pena ver que, por
pensar que había en mí algún bien, me quería llevar, que, como yo me veía tan ruin
no podía sufrir esto. Encomendándome mucho a Dios, estuve todos los maitines, o
gran parte de ellos, en gran arrobamiento. Díjome el Señor que no dejase de ir
y que no escuchase pareceres, porque pocos me aconsejarían sin temeridad; que,
aunque tuviese trabajos, se serviría mucho Dios, y que para este negocio del
monasterio convenía ausentarme hasta ser venido el Breve; (8) porque el demonio
tenía armada una gran trama, venido el Provincial; que no temiese de nada, que
El me ayudaría allá.
Yo quedé muy esforzada y consolada. Díjelo al rector
(9). Díjome que en ninguna manera dejase de ir, porque otros me decían que no
se sufría, que era invención del demonio para que allá me viniese algún mal:
que tornase a enviar al Provincial.
3. Yo obedecí al rector, y con lo que en la oración
había entendido iba sin miedo aunque no sin grandísima confusión de ver el
título con que me llevaban y cómo se engañaban tanto. Esto me hacía importunar
más al Señor para que no me dejase. Consolábame mucho que había casa de la
Compañía de Jesús en aquel lugar adonde iba (10) y, con estar sujeta a lo que
me mandasen, como lo estaba acá, me parecía estaría con alguna seguridad.
Fue el Señor servido que aquella señora se consoló
tanto, que conocida mejoría comenzó luego a tener y cada día más se hallaba
consolada. Túvose a mucho, porque como he dicho (11) la pena la tenía en gran
aprieto; y debíalo de hacer el Señor por las muchas oraciones que hacían por mí
las personas buenas que yo conocía porque me sucediese bien. Era muy temerosa
de Dios y tan buena, que su mucha cristiandad suplió lo que a mí me faltaba.
Tomó grande amor conmigo. Yo se le tenía harto de ver su bondad, mas casi todo
me era cruz; porque los regalos me daban gran tormento y el hacer tanto caso de
mí me traía con gran temor. Andaba mi alma tan encogida, que no me osaba
descuidar, ni se descuidaba el Señor. Porque estando allí me hizo grandísimas
mercedes, y éstas me daban tanta libertad y tanto me hacían menospreciar todo
lo que veía y mientras más eran, más, que no dejaba de tratar con aquellas tan
señoras, que muy a mi honra pudiera yo servirlas, con la libertad que si yo
fuera su igual.
4. Saqué una ganancia muy grande, y decíaselo. Vi que
era mujer y tan sujeta a pasiones y flaquezas como yo, y en lo poco que se ha
de tener el señorío, y cómo, mientras es mayor, tienen más cuidados y trabajos,
y un cuidado de tener la compostura conforme a su estado, que no las deja
vivir; comer sin tiempo ni concierto, porque ha de andar todo conforme al
estado (12) y no a las complexiones. Han de comer muchas veces los manjares más
conformes a su estado que no a su gusto.
Es así que de todo aborrecí el desear ser señora.
¡Dios me libre de mala compostura!, aunque ésta, con ser de las principales del
reino, creo hay pocas más humildes, y de mucha llaneza. Yo la había lástima, y
se la he, de ver cómo va muchas veces no conforme a su inclinación por cumplir
con su estado. Pues con los criados es poco lo poco que hay que fiar, aunque
ella los tenía buenos. No se ha de hablar más con uno que con otro, sino al que
se favorece ha de ser el malquisto.
Ello es una sujeción, que una de las mentiras que
dice el mundo es llamar señores a las personas semejantes, que no me parece son
sino esclavos de mil cosas.
5. Fue el Señor servido (13) que el tiempo que estuve
en aquella casa se mejoraban en servir a Su Majestad las personas de ella,
aunque no estuve libre de trabajos y algunas envidias que tenían algunas
personas del mucho amor que aquella señora me tenía. Debían por ventura pensar que
pretendía algún interés. Debía permitir el Señor me diesen algunos trabajos
cosas semejantes y otras de otras suertes, porque no me embebiese en el regalo
que había por otra parte, y fue servido sacarme de todo con mejoría de mi alma.
6. Estando allí acertó a venir un religioso, persona
muy principal y con quien yo, muchos años había, había tratado algunas veces
(14). Y estando en misa en un monasterio de su Orden que estaba cerca de donde
yo estaba, diome deseo de saber en qué disposición estaba aquella alma, que
deseaba yo fuese muy siervo de Dios, y levantéme para irle a hablar. Como yo
estaba recogida ya en oración, parecióme después era perder tiempo, que quién
me metía a mí en aquello, y tornéme a sentar. Paréceme que fueron tres veces
(15) las que esto me acaeció y, en fin, pudo más el ángel bueno que el malo, y
fuile a llamar y vino a hablarme a un confesonario.
Comencéle a preguntar y él a mí porque había muchos
años que no nos habíamos visto (16) de nuestras vidas. Yo le comencé a decir
que había sido la mía de muchos trabajos de alma. Puso muy mucho en que le
dijese qué eran los trabajos. Yo le dije que no eran para saber ni para que yo
los dijese. El dijo que, pues lo sabía el padre dominico que he dicho que era
muy su amigo (17), que luego se los diría y que no se me diese nada.
7. El caso es que ni fue en su mano dejarme de
importunar ni en la mía, me parece, dejárselo de decir. Porque con toda la
pesadumbre y vergüenza que solía tener cuando trataba estas cosas, con él y con
el rector que he dicho (18) no tuve ninguna pena, antes me consolé mucho.
Díjeselo debajo de confesión (19).
Parecióme más avisado que nunca, aunque siempre le
tenía por de gran entendimiento. Miré los grandes talentos y partes que tenía
para aprovechar mucho, si del todo se diese a Dios. Porque esto tengo yo de
unos años acá, que no veo persona que mucho me contente, que luego querría
verla del todo dar a Dios, con unas ansias que algunas veces no me puedo valer.
Y aunque deseo que todos le sirvan, estas personas que me contentan es con muy
gran ímpetu, y así importuno mucho al Señor por ellas. Con el religioso que
digo, me acaeció así.
8. Rogóme le encomendase mucho a Dios, y no había
menester decírmelo, que ya yo estaba de suerte que no pudiera hacer otra cosa.
Y voyme adonde solía a solas tener oración, y comienzo a tratar con el Señor,
estando muy recogida, con un estilo abobado que muchas veces, sin saber lo que
digo, trato; que el amor es el que habla, y está el alma tan enajenada, que no
miro la diferencia que haya de ella a Dios. Porque el amor que conoce que la
tiene Su Majestad, la olvida de sí y le parece está en El y, como una cosa
propia sin división (20), habla desatinos. Acuérdome que le dije esto, después
de pedirle con hartas lágrimas aquella alma pusiese en su servicio muy de
veras, que aunque yo le tenía por bueno, no me contentaba, que le quería muy
bueno, y así le dije: "Señor, no me habéis de negar esta merced; mirad que
es bueno este sujeto para nuestro amigo".
9. ¡Oh bondad y humanidad grande de Dios, cómo no
mira las palabras, sino los deseos y voluntad con que se dicen! ¡Cómo sufre que
una como yo hable a Su Majestad tan atrevidamente! Sea bendito por siempre
jamás.
10. Acuérdome que me dio en aquellas horas de oración
aquella noche un afligimiento grande de pensar si estaba en enemistad de Dios.
Y como no podía yo saber si estaba en gracia o no (no para que yo lo desease
saber, mas deseábame morir por no me ver en vida adonde no estaba segura si
estaba muerta, porque no podía haber muerte más recia para mí que pensar si
tenía ofendido a Dios) y apretábame esta pena; suplicábale no lo permitiese,
toda regalada (21) y derretida en lágrimas. Entonces entendí que bien me podía
consolar y estar cierta que estaba en gracia; (22) porque semejante amor de
Dios y hacer Su Majestad aquellas mercedes y sentimientos que daba al alma, que
no se compadecía (23) hacerse a alma que estuviese en pecado mortal.
Quedé confiada que había de hacer el Señor lo que le
suplicaba de esta persona. Díjome que le dijese unas palabras. Esto sentí yo
mucho, porque no sabía cómo las decir, que esto de dar recado a tercera
persona; como he dicho, (24) es lo que más siento siempre, en especial a quien
no sabía cómo lo tomaría, o si burlaría de mí. Púsome en mucha congoja. En fin,
fui tan persuadida, que, a mi parecer, prometí a Dios no dejárselas de decir y,
por la gran vergüenza que había, las escribí y se las di.
11. Bien pareció ser cosa de Dios en la operación que
le hicieron (25). Determinóse muy de veras de darse a oración, aunque no lo
hizo desde luego. El Señor, como le quería para Sí, por mi medio le enviaba a
decir unas verdades, que, sin entenderlo yo, iban tan a su propósito que él se
espantaba, y el Señor que debía disponerle para creer que era Su Majestad. Yo,
aunque miserable, era mucho lo que suplicaba al Señor muy del todo lo tornase a
Sí y le hiciese aborrecer los contentos y cosas de la vida. Y así ¡sea alabado
por siempre! lo hizo tan de hecho, que cada vez que me habla me tiene como
embobada; y si yo no lo hubiera visto, lo tuviera por dudoso en tan breve
tiempo hacerle tan crecidas mercedes y tenerle tan ocupado en Sí, que no parece
vive ya para cosa de la tierra.
Su Majestad le tenga de su mano, que si así va
adelante (lo que espero en el Señor sí hará, por ir muy fundado en conocerse),
será uno de los muy señalados siervos suyos y para gran provecho de muchas
almas; porque en cosas de espíritu en poco tiempo tiene mucha experiencia, que
estos son dones que da Dios cuando quiere y como quiere (26), y ni va en el
tiempo ni en los servicios. No digo que no hace esto mucho, mas que muchas
veces no da el Señor en veinte años la contemplación que a otros da en uno. Su
Majestad sabe la causa.
Y es el engaño, que nos parece por los años hemos de
entender lo que en ninguna manera se puede alcanzar sin experiencia. Y así
yerran muchos como he dicho (27) en querer conocer espíritus sin tenerle (28).
No digo que quien no tuviere espíritu, si es letrado, no gobierne a quien le
tiene; mas entiéndese en lo exterior e interior que va conforme a vía natural
por obra del entendimiento, y en lo sobrenatural que mire (29) vaya conforme a
la Sagrada Escritura. En lo demás no se mate, ni piense entender lo que no
entiende, ni ahogue los espíritus (30), que ya, cuanto en aquello, otro mayor
Señor los gobierna, que no están sin superior.
12. No se espante ni le parezcan cosas imposibles
todo es posible al Señor, sino procure esforzar la fe y humillarse de que hace
el Señor en esta ciencia a una vejecita más sabia, por ventura, que a él aunque
sea muy letrado; y con esta humildad aprovechará más a las almas y a sí que por
hacerse contemplativo sin serlo. Porque torno a decir que si no tiene
experiencia, si no tiene muy mucha humildad en entender que no lo entiende y
que no por eso es imposible, que ganará poco y dará a ganar menos a quien
trata. No haya miedo, si tiene humildad, permita el Señor que se engañe el uno
ni el otro.
13. Pues a este Padre que digo (31), como en muchas
cosas se la ha dado el Señor, ha procurado estudiar todo lo que por estudio ha
podido en este caso que es buen letrado y lo que no entiende por experiencia
infórmase de quien la tiene, y con esto ayúdale el Señor con darle mucha fe, y
así ha aprovechado mucho a sí y a algunas ánimas, y la mía es una de ellas; que
como el Señor sabía en los trabajos que me había de ver, parece proveyó Su
Majestad que, pues había de llevar consigo a algunos que me gobernaban (32),
quedasen otros que me han ayudado a hartos trabajos y hecho gran bien. Hale
mudado el Señor casi del todo, de manera que casi él no se conoce a manera de
decir y dado fuerzas corporales para penitencia (que antes no tenía, sino
enfermo), y animoso para todo lo que es bueno y otras cosas, que se parece bien
ser muy particular llamamiento del Señor. Sea bendito por siempre.
14. Creo todo el bien le viene de las mercedes que el
Señor le ha hecho en la oración, porque no son postizos (33). Porque ya en
algunas cosas ha querido el Señor sea ya experimentado, porque sale de ellas
como quien tiene ya conocida la verdad del mérito que se gana en sufrir
persecuciones. Espero en la grandeza del Señor ha de venir mucho bien a algunos
de su Orden por él, y a ella misma (34). Ya se comienza esto a entender. He
visto grandes visiones, y díchome el Señor algunas cosas de él y del rector de
la Compañía de Jesús que tengo dicho (35), de grande admiración, y de otros dos
religiosos de la Orden de Santo Domingo, en especial de uno (36), que también
ha dado ya a entender el Señor por obra en su aprovechamiento algunas cosas que
antes yo había entendido de él. Mas de quien ahora hablo han sido muchas.
15. Una cosa quiero decir ahora aquí. Estaba yo una
vez con él en un locutorio, y era tanto el amor que mi alma y espíritu entendía
que ardía en el suyo, que me tenía a mí casi absorta; porque consideraba las
grandezas de Dios en cuán poco tiempo había subido un alma a tan gran estado.
Hacíame gran confusión, porque le veía con tanta humildad escuchar lo que yo le
decía en algunas cosas de oración, como yo tenía poca (37) de tratar así con
persona semejante. Debíamelo sufrir el Señor, por el gran deseo que yo tenía de
verle muy adelante. Hacíame tanto provecho estar con él, que parece dejaba a mi
ánima puesto nuevo fuego para desear servir al Señor de principio.
¡Oh Jesús mío, qué hace un alma abrasada en vuestro
amor! ¡Cómo la habíamos de estimar en mucho y suplicar al Señor la dejase en
esta vida! Quien tiene el mismo amor, tras estas almas se había de andar si
pudiese.
16. Gran cosa es un enfermo hallar otro herido de
aquel mal. Mucho se consuela de ver que no es solo. Mucho se ayudan a padecer y
aun a merecer. Excelentes espaldas se hacen ya gente determinada a arriscar
(38) mil vidas por Dios y desean que se les ofrezca en qué perderlas. Son como
soldados que, por ganar el despojo y hacerse con él ricos, desean que haya
guerra (39). Tienen entendido no lo pueden ser sino por aquí. Es este su
oficio, el trabajar. ¡Oh, gran cosa es adonde el Señor da esta luz de entender
lo mucho que se gana en padecer por El! No se entiende esto bien hasta que se
deja todo, porque quien en ello se está, señal es que lo tiene en algo; pues si
lo tiene en algo, forzado le ha de pesar de dejarlo, y ya va imperfecto todo y
perdido. Bien viene aquí, que es perdido quien tras perdido anda (40). ¿Y qué
más perdición, y qué más ceguedad, qué más desventura que tener en mucho lo que
no es nada?
17. Pues, tornando a lo que decía (41), estando yo en
grandísimo gozo mirando aquel alma, que me parece quería el Señor viese claro
los tesoros que había puesto en ella, y viendo la merced que me había hecho en
que fuese por medio mío hallándome indigna de ella, en mucho más tenía yo las
mercedes que el Señor le había hecho y más a mi cuenta las tomaba que si fuera
a mí y alababa mucho al Señor de ver que Su Majestad iba cumpliendo mis deseos
y había oído mi oración, que era despertase el Señor personas semejantes.
Estando ya mi alma que no podía sufrir en sí tanto
gozo, salió de sí y perdióse para más ganar (42). Perdió las consideraciones, y
de oír aquella lengua divina en quien parece hablaba el Espíritu Santo, diome
un gran arrobamiento que me hizo casi perder el sentido, aunque duró poco
tiempo. Vi a Cristo con grandísima majestad y gloria, mostrando gran contento
de lo que allí pasaba; y así me lo dijo, y quiso viese claro que a semejantes
pláticas siempre se hallaba presente y lo mucho que se sirve en que así se
deleiten en hablar en El.
Otra vez estando lejos de este lugar (43), le vi con
mucha gloria levantar, a los ángeles; (44) entendí iba su alma muy adelante,
por esta visión. Y así fue, que le habían levantado un gran testimonio bien
contra su honra, persona a quien él había hecho mucho bien y remediado la suya
y el alma, y habíalo pasado con mucho contento y hecho otras obras muy en
servicio de Dios y pasado otras persecuciones.
18. No me parece conviene ahora declarar más cosas.
Si después le pareciere a vuestra merced (45), pues las sabe, se podrán poner
para gloria del Señor. De todas las que he dicho de profecías de esta casa, y
otras que diré de ella y de otras cosas, todas se han cumplido. Algunas, tres
años antes que se supiesen otras más y otras menos me las decía el Señor. Y
siempre las decía al confesor y a esta mi amiga viuda con quien tenía licencia
de hablar, como he dicho; (46) y ella he sabido que las decía a otras personas,
y éstas saben que ni miento, ni Dios me dé tal lugar, que en ninguna cosa,
cuánto más siendo tan graves, tratase yo sino toda verdad.
19. Habiéndose muerto un cuñado mío súbitamente (47),
y estando yo con mucha pena por no se haber viado a confesarse (48), se me dijo
en la oración que había así de morir mi hermana, que fuese allá y procurase se
dispusiese para ello. Díjelo a mi confesor y, como no me dejaba ir, entendílo
otras veces. Ya como esto vio, díjome que fuese allá, que no se perdía nada.
Ella estaba en una aldea (49), y, como fui, sin
decirla nada la fui dando la luz que pude en todas las cosas, e hice se
confesase muy a menudo y en todo trajese cuenta con su alma. Ella era muy buena
e hízolo así. Desde a cuatro o cinco años que tenía esta costumbre (50) y muy
buena cuenta con su conciencia, se murió sin verla nadie ni poderse confesar.
Fue el bien que, como lo acostumbraba, no había poco más de ocho días que
estaba confesada.
A mí me dio gran alegría cuando supe su muerte.
Estuvo muy poco en el purgatorio. Serían aún no me parece ocho días cuando,
acabando de comulgar, me apareció el Señor y quiso la viese cómo la llevaba a
la gloria. En todos estos años, desde que se me dijo hasta que murió, no se me
olvidaba lo que se me había dado a entender, ni a mi compañera (51), que, así
como murió, vino a mí muy espantada de ver cómo se había cumplido.
Sea Dios alabado por siempre, que tanto cuidado trae
de las almas para que no se pierdan.
NOTAS CAPÍTULO 34
1 No entender en ello: no ocuparse
de ello (como en el c. 33, título).
2 Lugar grande: Toledo. Nótese el
anonimato. Como en el caso de la nota 3.
3 Una señora: "Doña Luisa de la
Cerda, mujer que fue de Arias Pardo", apostilló Gracián en su ejemplar. -
Se temía su salud: por su salud. - Doña Luisa era viuda reciente de Arias Pardo
de Saavedra, mariscal de Castilla, señor de las villas de Malagón, Paracuellos,
etc., y sobrino del Cardenal Arzobispo de Toledo Pardo de Tavera. Su esposo
había muerto el 13 de enero de 1561. Doña Luisa era hija del Duque de
Medinaceli, Juan de la Cerda, y residía en Toledo. Se hará gran amiga de la
Santa. Por su mediación, el libro de la Vida llegará a manos de san Juan de
Avila (Cf. cartas del 18 y del 27 de mayo de
4 Provincial de los carmelitas de
Castilla: Angel de Salazar.
5 Monasterio que salían: en que las
monjas no prometían clausura (cf. c. 4, 5).
6 Enviando carta al provincial. Como
al final del n. 2.
7 Era el 24 de diciembre de 1561.
8 Hasta que llegase el Breve
pontificio, que sería expedido en Roma el 7.2.1562.
9 Rector de San Gil, P. Gaspar de
Salazar.
10 En Toledo. Fundación reciente de
los jesuitas, gracias a la intervención de san Francisco de Borja ante el
Arzobispo B. Carranca (1558). Superior de la casa era el P. Pedro Doménech, y
Ministro el P. Gil González Dávila. Con ambos entrabló enseguida la Santa
íntimas relaciones espirituales. El P. Doménech fue su confesor.
11 En el n. 1.
12 Conforme al estado: conforme a su
rango nobiliario o categoría social.
13 Por error material, en el
autógrafo se repite la frase "fue... servido". Ocurrirá de nuevo en
el n. siguiente.
14 "El P. fray García de
Toledo", advierte Gracián en su ejemplar. Los primitivos biógrafos de la
Santa, Ribera y Yepes, dan por aludido al P. Vicente Barrón, de quien habló la
Santa en el c. 7, 17. - García de Toledo era "persona principal",
nieto de los Condes de Oropesa, sobrino del futuro Virrey del Perú, F. de
Toledo. Ya en 1535 había estado en Méjico, militando a las órdenes del virrey
Antonio de Mendoza. En marzo de 1569 pasará de nuevo el Atlántico, acompañando
al virrey F. de Toledo como asesor religioso. Ya no regresará a España hasta
1581 (cf. la carta de la Santa a María de San José, del 8.22.1581).
15 Por lapsus material, en el
autógrafo repite "tres tres veces".
16 El P. García de Toledo había sido
prior de Santo Tomás de Avila en 1555.
17 El P. Pedro Ibáñez. Lo ha dicho
en el c. 33, 5.
18 P. Gaspar de Salazar, rector de
San Gil: c. 33, nn. 9-10.
19 Debajo de confesión: bajo secreto
de confesión.
20 Como una cosa propia sin
división: como de cosa propia y como si no hubiese división (distancia) entre
Dios y ella...
21 Toda regalada: feliz, inundada de
gozo.
22 En la edición príncipe, fray Luis
trascribió "consolar y confiar", en lugar de "consolar y estar
cierta" (p. 431). Como otras correcciones del autógrafo, también esta
enmienda está motivada por el acostumbrado escrúpulo teológico-tridentino sobre
la certeza del estado de gracia (cf. Denz. 802 y 805). En realidad, la
afirmación de la Santa está en pleno acuerdo con la ortodoxia tridentina.
23 No se compadecía: no era
compatible.
24 En el c. 32, 12; cf. c. 33, 2.
25 La operación que le hicieron:
efecto que le produjeron las palabras de la Santa. - El hecho fue referido con
más detalles por el autor del "Informe sobre el espíritu de la Madre
Teresa", atribuido al propio Pedro Ibáñez: "A una persona que no se
acaba de determinar en tratar con gran delizadeza con Dios, pensando yo que
había comenzado ya, porque así lo habíamos concertado él y yo, y como en cosa
hecha no quería yo volver por donde esta persona estaba, hablóme esta santa y
díjome que su Maestro (que es Cristo) decía que volviese yo por donde estaba y
que le llevase un recaudo bien breve, pero era todo de Dios y de su parte, y
aún hasta entonces se quería excusar Doña Teresa con Dios... Vengo y propóngole
mi recaudo: comienza a llorar, que le penetró las entrañas, y es un hombrazo
que puede gobernar el mundo, y que no es nada mujeril y afeminado para llorar,
sino muy hombrazo" (BMC, t. II, pp. 149-150).
26 Afirmación de la absoluta
gratuidad de los dones místicos: cf. c. 21, 9 nota 17.
27 Cf. c. 13, 14.
28 Esta afirmación y las que siguen
son un eco de cuando escribió a la Santa fray Pedro de Alcántara en carta del
14.4.1562 (BMC, t. II, p. 125-126).
29 Mira, había escrito. Y lo
corrigió. Fray Luis trascribe "mire" (p. 433).
30 Repite la frase de San Pablo en
1Tes 5, 19.
31 García de Toledo.
32 Cuando esto escribe, ya han
muerto san Pedro de Alcántara (18.10.1562) y el P. Pedro Ibáñez (12.2.1565). -
La frase siguiente: me han ayudado a sobrellevar hartos trabajos.
33 Postizas, trascribe fray Luis (p.
434), concordando con "mercedes". La Santa une "postizos"
con "bienes". Así se entiende mejor lo que sigue.
34 La Orden de Santo Domingo.
35 El P. Gaspar de Salazar, de quien
ha hablado en el c. 33, 9-10.
36 "Los Padres Pedro Ibáñez y
Domingo Báñez, especialmente el primero" (P. Silverio).
37 Yo tenía poca humildad.
38 Determinada arriscar, escribe la
Santa: "Arriscar": arriesgar.
39 La misma imagen bélica está
presente en Camino 38, 1.
40 Refrán algo más culto que el
conocido "dime con quién andas...".
41 En el n. 15.
42 Expresión gráfica, que designa el
ingreso en arrobamiento. Los dos verbos "perderse / ganar(se)", en
acepción mística: perderse a sí mismo, para ganarse en Dios. En el poema
"Vivo sin vivir en mí", escribe: "Mira que el amor es fuerte; /
vida no me seas molesta, / mira que sólo me resta / para ganarte,
perderte".
43 Estando lejos de Avila.
44 "El P. fray García de
Toledo", anota Gracián en su ejemplar. - Reordenando la frase: "vi a
los ángeles levantarle".
45 Si le pareciere a v.m., pues las sabe...
Reanuda el diálogo con el P. García de Toledo. La Santa viene hablando de las
interioridades del propio P. García, quien se identifica con ese "vuestra
merced", y "las sabe". Pero como él no es el único destinatario
del libro, la autora tiende un velo de discreción sobre el relato.
46 Doña Guiomar de Ulloa. Lo ha
dicho en el c. 30, 3.
47 Cuñado mío: "Martín de
Guzmán", anota Gracián. Estaba casado con María de Cepeda, hermana mayor
de la Santa. Cf. c. 3, 3.
48 En el autógrafo se lee: "por
no se haber uyado" (= viado) a confesarse. Báñez lo corrigió: "por no
haber tenido lugar a confesarse". Fray Luis imprimió: "por no haber
vuiado (= uviado) a confesar" (p. 438).
49 En una aldea: Castellanos de la
Cañada, adonde había ido la Santa con ocasión de sus enfermedades (c. 3, 3; y
4, 6). - La frase siguiente: sin decirla nada de la revelación que yo había
tenido...
50 Desde a cuatro o cinco años,
equivale a "cuatro o cinco años después...".
Prosigue en la misma materia de la
fundación de esta casa de nuestro glorioso Padre San José. Dice por los
términos que ordenó el Señor viniese a guardarse en ella la santa
1. Pues estando con esta señora que he dicho (2),
adonde estuve más de medio año, ordenó el Señor que tuviese noticia de mí una
beata de nuestra Orden, de más de setenta leguas de aquí de este lugar (3), y
acertó a venir por acá y rodeó algunas por hablarme. Habíala el Señor movido el
mismo año y mes que a mí para hacer otro monasterio de esta Orden; y como le
puso este deseo, vendió todo lo que tenía y fuese a Roma a traer despacho para
ello, a pie y descalza.
2. Es mujer de mucha penitencia y oración, y hacíala
el Señor muchas mercedes, y aparecídola nuestra Señora y mandádola lo hiciese.
Hacíame tantas ventajas en servir al Señor, que yo había vergüenza de estar
delante de ella. Mostróme los despachos que traía de Roma y, en quince días que
estuvo conmigo, dimos orden en cómo habíamos de hacer estos monasterios (4). Y
hasta que yo la hablé, no había venido a mi noticia que nuestra Regla antes que
se relajase mandaba no se tuviese propio (5), ni yo estaba en fundarle sin renta,
que iba mi intento a que no tuviésemos cuidado de lo que habíamos menester, y
no miraba a los muchos cuidados que trae consigo tener propio.
Esta bendita mujer, como la enseñaba el Señor, tenía
bien entendido, con no saber leer, lo que yo con tanto haber andado a leer las
Constituciones, ignoraba. Y como me lo dijo, perecióme bien, aunque temí que no
me lo habían de consentir, sino decir que hacía desatinos y que no hiciese cosa
que padeciesen otras por mí, que, a ser yo sola, poco ni mucho me detuviera,
antes me era gran regalo pensar de guardar los consejos de Cristo Señor
nuestro, porque grandes deseos de pobreza ya me los había dado Su Majestad (6).
Así que para mí no dudaba ser lo mejor; porque días
había que deseaba fuera posible a mi estado andar pidiendo por amor de Dios y
no tener casa ni otra cosa. Mas temía que, si a las demás no daba el Señor
estos deseos, vivirían descontentas, y también no fuese causa de alguna
distracción, porque veía algunos monasterios pobres no muy recogidos, y no miraba
que el no serlo era causa de ser pobres, y no la pobreza de la distracción; (7)
porque ésta no hace más ricas, ni falta Dios jamás a quien le sirve. En fin
tenía flaca la fe, lo que no hacía a esta sierva de Dios.
3. Como yo en todo tomaba tantos pareceres, casi a
nadie hallaba de este parecer: ni confesor (8), ni los letrados que trataba.
Traíanme tantas razones, que no sabía qué hacer, porque, como ya yo sabía era
Regla y veía ser más perfección, no podía persuadirme a tener renta. Y ya que
algunas veces me tenían convencida, en tornando a la oración y mirando a Cristo
en la cruz tan pobre y desnudo, no podía poner a paciencia ser rica.
Suplicábale con lágrimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre como El.
4. Hallaba tantos inconvenientes para tener renta y
veía ser tanta causa de inquietud y aun distracción, que no hacía sino disputar
con los letrados. Escribílo al religioso dominico que nos ayudaba (9). Envióme
escritos dos pliegos de contradicción y teología para que no lo hiciese, y así
me lo decía, que lo había estudiado mucho. Yo le respondí que para no seguir mi
llamamiento y el voto que tenía hecho de pobreza y los consejos de Cristo con
toda perfección, que no quería aprovecharme de teología, ni con sus letras en
este caso me hiciese merced.
Si hallaba alguna persona que me ayudase, alegrábame
mucho. Aquella señora con quien estaba (10), para esto me ayudaba mucho.
Algunos luego al principio decíanme que les parecía bien; después, como más lo
miraban, hallaban tantos inconvenientes, que tornaban a poner mucho en que no
lo hiciese. Decíales yo que, si ellos tan presto mudaban parecer, que yo al
primero me quería llegar.
5. En este tiempo, por ruegos míos, porque esta
señora no había visto al santo Fray Pedro de Alcántara, fue el Señor servido
viniese a su casa, y como el que era bien amador de la pobreza y tantos años la
había tenido, sabía bien la riqueza que en ella estaba , y así me ayudó mucho y
mandó que en ninguna manera dejase de llevarlo muy adelante. Ya con este
parecer y favor, como quien mejor le podía dar por tenerlo sabido por larga
experiencia, yo determiné no andar buscando otros (11).
6. Estando un día mucho encomendándolo a Dios, me
dijo el Señor que en ninguna manera dejase de hacerle pobre (12), que ésta era
la voluntad de su Padre y suya, que El me ayudaría. Fue con tan grandes
efectos, en un gran arrobamiento, que en ninguna manera pude tener duda de que
era Dios.
Otra vez me dijo que en la renta estaba la confusión,
y otras cosas en loor de la pobreza, y asegurándome que a quien le servía no le
faltaba lo necesario para vivir; y esta falta, como digo, nunca yo la temí por
mí.
También volvió el Señor el corazón del Presentado
(13), digo del religioso dominico, de quien he dicho me escribió no lo hiciese
sin renta. Ya yo estaba muy contenta con haber entendido esto y tener tales
pareceres; no me parecía sino que poseía toda la riqueza del mundo, en
determinándome a vivir de por amor de Dios.
7. En este tiempo, mi Provincial (14) me alzó el
mandamiento y obediencia que me había puesto para estar allí, y dejó en mi
voluntad que si me quisiese ir que pudiese, y si estar, también, por cierto
tiempo; y en éste había de haber elección en mi monasterio (15), y avisáronme
que muchas querían darme aquel cuidado de prelada, que para mí sólo pensarlo
era tan gran tormento que a cualquier martirio me determinaba a pasar por Dios
con facilidad, a éste en ningún arte me podía persuadir. Porque dejado el
trabajo grande, por ser muy muchas (16) y otras causas de que yo nunca fui
amiga, ni de ningún oficio, antes siempre los había rehusado, parecíame gran
peligro para la conciencia, y así alabé a Dios de no me hallar allá. Escribí a
mis amigas para que no me diesen voto.
8. Estando muy contenta de no me hallar en aquel
ruido, díjome el Señor que en ninguna manera deje de ir, que pues deseo cruz,
que buena se me apareja, que no la deseche, que vaya con ánimo, que El me
ayudará, y que me fuese luego. Yo me fatigué mucho y no hacía sino llorar,
porque pensé que era la cruz ser prelada y, como digo, no podía persuadirme a
que estaba bien a mi alma en ninguna manera, ni yo hallaba términos para ello.
Contélo a mi confesor (17). Mandóme que luego
procurase ir, que claro estaba era más perfección y que, porque hacía gran
calor, que bastaba hallarme allá a la elección, y que me estuviese unos días,
porque no me hiciese mal el camino; (18) mas el Señor, que tenía ordenado otra
cosa, húbose de hacer; porque era tan grande el desasosiego que traía en mí y
el no poder tener oración y parecerme faltaba de lo que el Señor me había
mandado, y que, como estaba allí a mi placer y con regalo, no quería irme a
ofrecer al trabajo; que todo era palabras con Dios; que, por qué pudiendo estar
adonde era más perfección, había de dejarlo; que si me muriese, muriese..., y
con esto un apretamiento de alma, un quitarme el Señor todo el gusto en la
oración..., en fin, yo estaba tal, que ya me era tormento tan grande, que
supliqué a aquella señora tuviese por bien dejarme venir, porque ya mi confesor
como me vio así me dijo que me fuese, que también le movía Dios como a mí.
9. Ella sentía tanto que la dejase, que era otro
tormento; que le había costado mucho acabarlo con el Provincial por muchas
maneras de importunaciones. Tuve por grandísima cosa querer venir en ello (19),
según lo que sentía; sino, como era muy temerosa de Dios y como le dije que se
le podía hacer gran servicio y otras hartas cosas, y dila esperanza que era
posible tornarla a ver, y así, con harta pena, lo tuvo por bien.
10. Ya yo no la tenía de venirme, porque entendiendo
yo era más perfección una cosa y servicio de Dios, con el contento que me da
contentarle, pasé la pena de dejar a aquella señora que tanto la veía sentir, y
a otras personas a quien debía mucho, en especial a mi confesor, que era de la
Compañía de Jesús, y hallábame muy bien con él (20). Mas mientras más veía que
perdía de consuelo por el Señor, más contento me daba perderle. No podía
entender cómo era esto, porque veía claro estos dos contrarios: holgarme y
consolarme y alegrarme de lo que me pesaba en el alma. Porque yo estaba
consolada y sosegada y tenía lugar para tener muchas horas de oración; veía que
venía a meterme en un fuego, que ya el Señor me lo había dicho (21) que venía a
pasar gran cruz, aunque nunca yo pensé lo fuera tanto como después vi. Y con
todo, venía yo alegre, y estaba deshecha de que no me ponía luego en la
batalla, pues el Señor quería la tuviese; y así enviaba Su Majestad el esfuerzo
y le ponía en mi flaqueza.
11. No podía, como digo, entender cómo podía ser esto.
Pensé esta comparación: si poseyendo yo una joya o cosa que me da gran
contento, ofréceseme (22) saber que la quiere una persona que yo quiero más que
a mí y deseo más contentarla que mi mismo descanso, dame gran contento quedarme
sin el que me daba lo que poseía, por contentar a aquella persona; y como este
contento de contentarla excede a mi mismo contento, quítase la pena de la falta
que me hace la joya o lo que amo, y de perder el contento que daba. De manera
que, aunque quería tenerla de ver que dejaba personas que tanto sentían
apartarse de mí, con ser yo de mi condición tan agradecida que bastara en otro
tiempo a fatigarme mucho, y ahora, aunque quisiera tener pena, no podía.
12. Importó tanto el no me tardar un día más para lo
que tocaba al negocio de esta bendita casa (23), que yo no sé cómo pudiera
concluirse si entonces me detuviera. ¡Oh grandeza de Dios!, muchas veces me
espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente quería Su Majestad
ayudarme para que se efectuase este rinconcito de Dios, que yo creo lo es, y
morada en que Su Majestad se deleita, como una vez estando en oración me dijo,
que era esta casa paraíso de su deleite. Y así parece ha Su Majestad escogido
las almas que ha traído a él, en cuya compañía yo vivo con harta harta
confusión; porque yo no supiera desearlas tales para este propósito de tanta
estrechura y pobreza y oración; (24) y llévanlo con una alegría y contento, que
cada una se halla indigna de haber merecido venir a tal lugar; en especial
algunas, que las llamó el Señor de mucha vanidad y gala del mundo, adonde
pudieran estar contentas conforme a sus leyes, y hales dado el Señor tan
doblados los contentos aquí, que claramente conocen haberles el Señor dado
ciento por uno que dejaron (25), y no se hartan de dar gracias a Su Majestad. A
otras ha mudado de bien en mejor. A las de poca edad da fortaleza y
conocimiento para que no puedan desear otra cosa, y que entiendan que es vivir
en mayor descanso, aun para lo de acá, estar apartadas de todas las cosas de la
vida. A las que son de más edad y con poca salud, da fuerzas y se las ha dado
para poder llevar la aspereza y penitencia que todas.
13. ¡Oh Señor mío, cómo se os parece que sois
poderoso! (26) No es menester buscar razones para lo que Vos queréis, porque
sobre toda razón natural hacéis las cosas tan posibles que dais a entender bien
que no es menester más de amaros de veras y dejarlo de veras todo por Vos, para
que Vos, Señor mío, lo hagáis todo fácil. Bien viene aquí decir que fingís
trabajo en vuestra ley; (27) porque yo no le veo, Señor, ni sé cómo es estrecho
el camino que lleva a Vos. Camino real veo que es, que no senda. Camino que,
quien de verdad se pone en él, va más seguro. Muy lejos están los puertos y
rocas para caer, porque lo están de las ocasiones. Senda llamo yo, y ruin senda
y angosto camino, el que de una parte está un valle muy hondo adonde caer y de
la otra un despeñadero: no se han descuidado, cuando se despeñan y se hacen
pedazos.
14. El que os ama de verdad, Bien mío, seguro va por
ancho camino y real. Lejos está el despeñadero. No ha tropezado tantico (28),
cuando le dais Vos, Señor, la mano. No basta una caída ni muchas, si os tiene
amor y no a las cosas del mundo, para perderse. Va por el valle de la humildad.
No puedo entender qué es lo que temen de ponerse en el camino de la perfección.
El Señor, por quien es, nos dé a entender cuán mala
es la seguridad en tan manifiestos peligros como hay en andar con el hilo de la
gente (29), y cómo está la verdadera seguridad en procurar ir muy adelante en
el camino de Dios. Los ojos en El, y no hayan miedo se ponga este Sol de
Justicia (30), ni nos deje caminar de noche para que nos perdamos, si primero
no le dejamos a El.
15. No temen andar entre leones, que cada uno parece
que quiere llevar un pedazo, que son las honras y deleites y contentos
semejantes que llama el mundo; (31) y acá parece hace el demonio temer de
musarañas. Mil veces me espanto y diez mil querría hartarme de llorar y dar
voces a todos para decir la gran ceguedad y maldad mía, porque si aprovechase
algo para que ellos abriesen los ojos, ábraselos el que puede (32), por su
bondad, y no permita se me tornen a cegar a mí, amén.
NOTAS CAPÍTULO 35
1 Es decir, "se vino de aquella
señora con quien estaba". Estuvo en casa de Doña Luisa de la Cerda desde
primeros de enero hasta fines de junio o principios de julio de 1562. Cf. c.
34, 1-2.
2 En el c. 34.
3 Una beata de nuestra Orden: nótese
el anonimato. "Beata" se decía de quienes sin ser monjas, llevaban el
hábito de la Orden y vivían ciertas consignas de la Regla. Esta
"beata" se llamaba María de Jesús, nacida en Granada en 1522. Al
enviudar, muy joven todavía, entró carmelita en el monasterio de su ciudad
natal. Pero sintiéndose llamada a fundar un Carmelo reformado, antes de
profesar salió del convento y a pie descalzo fue a Roma, donde consiguió el
deseado Breve que le concedía facultades para fundar un convento en Granada. De
hecho, no logró realizarlo. En cambio, pudo realizarlo al año siguiente (1563)
en Alcalá de Henares con el título de "La Imagen", encauzando la vida
reformada hacia un rigorismo extremoso, que fue mitigado por la propia Santa
Teresa, al pasar por el monasterio de La Imagen camino de Malagón (1568).
4 Los despachos que traía de Roma: Traía
un Breve, emitido -como el otorgado a la Santa- por la Sagrada Penitenciaría.
Se conserva actualmente, aunque mutilado, en el Carmelo de La Imagen. - Dimos
orden cómo... hacer: de hecho, el Carmelo de La Imagen pasaría más adelante a
regirse por las Constituciones de la Santa.
5 Nuestra Regla: la Regla de la
Orden del Carmen, en su redacción original, había sido dada por San Alberto,
patriarca de Jerusalén a los ermitaños latinos del Carmelo hacia 1210. - Antes
que se relajase: más que a la mitigación de la Regla por Inocencio IV (1247),
alude a las bulas de relajación del Papa Eugenio IV (1432) y sus sucesores. -
Mandaba que no se tuviese propio: "propio" equivale a no tener bienes
en propiedad, que era una forma de pobreza absoluta. En el léxico de la Santa:
"sin renta". La Regla, en su tenor primitivo, prescribía:
"Ninguno de los hermanos tenga cosa propia, sino que todo sea común, y de
las cosas que el Señor os diere, el prior las distribuya a cada uno...". -
La prescripción de pobreza absoluta quedaba zanjada para los carmelitas por la
bula de Gregorio IX "Ex officii" del 6.4.1229.
6 Por esas mismas fechas (entre 1560
y 1562) había testificado de sí misma: "Deseo de pobreza...: paréceme que
aunque tuviese muchos tesoros no tendría renta particular ni dineros para mí
sola..." (R. 1, 9). "En lo de pobreza... aun lo necesario no querría
tener... Paréceme tengo mucha más piedad de los pobres...; si mirase a mi
voluntad, les daría lo que traigo vestido" (R. 2, 3-4).
7 Son conceptos que le ha inculcado fray
Pedro de Alcántara en su carta del 14 de abril de 1562.
9 El P. Pedro Ibáñez, que vivía en
la soledad de Trianos (cf. c. 32, 16-17).
10 Doña Luisa de la Cerda.
11 Aparte los consejos orales, san
Pedro de Alcántara le escribió la famosa "carta de la pobreza"
(14.4.1562), en pro de la radical pobreza evangélica, y en contraste con las
teorías de los letrados (BMC, t. II, pp. 125-126).
12 Hacerle pobre: fundar el
monasterio en pobreza.
13 Presentado: título académico del
P. Pedro Ibáñez: cf. n. 4.
14 Provincial: Angel de Salazar.
16 Por ser muy muchas monjas en la
Encarnación: eran "más de 150 el número", escribirá en Fund. c. 2, 1.
En realidad, más de 180 monjas profesas.
18 Sobra algún "que". La
serie de "ques" y "porques" refleja el estado emocional
provocado por el recuerdo de aquellos días.
19 Venir en ello: avenirse a ello.
20 "El Padre Domeneque", escribe
Gracián en su ejemplar. Cf. el n. 8 nota 17.
21 Cf. el n. 8.
22 En el autógrafo: escribió
"ofréceme", corregido entre líneas "ofréceseme". Fray Luis:
"se me ofreciese saber..." (p. 447).
23 Esta bendita casa: el carmelo de
San José, en el que está escribiendo. "Rinconcito de Dios",
"morada" en que El se deleita, dirá luego.
24 "Estrechura, pobreza y
oración", condensado del ideal que ella propone a la nueva casa.
"Grandísimo encerramiento..., fundadas en oración y en
mortificación", escribía por esas fechas (23.12.1561) a su hermano Lorenzo
en Quito.
25 Recuerdo evangélico de Mt 19, 29.
26 Cómo se os parece...: cuán claro
es que... (cf. c. 32, 5 nota 11).
27 Alude sucesivamente a tres
pasajes bíblicos: Mc 10, 28 ("lo hemos dejado todo por seguirte");
Salmo 93, 20 ("... finges trabajo en la ley"); y Mt 7, 14 ("cuán
angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida").
28 Tantico: un poquito; es decir,
apenas ha tropezado... Como "tantito" (cf. 31, 23 nota 46; o 15, 7:
"tantico": 25, 13).
29 Andar con el hilo de la gente:
seguir rutinariamente el modo común de obrar. Cf. 30, 18.
30 Sol de justicia: imagen bíblica
(Mal. 4, 2) para designar a Dios. (Cf. c. 20, 19).
31 "Honras y deleites y
contentos...": cf. c. 20, 26-28.
32 Recuerdo latente de los pasajes evangélicos: "si quieres, puedes curarme" (Lc 5, 12), o "abre los ojos del ciego de nacimiento" (Jn 11, 37).